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Una noche sobrio en una discoteca: drogas, pedofilia y malas decisiones

Una noche sobrio en una discoteca: drogas, pedofilia y malas decisiones

Por: Juan Sebastián Giraldo


Ahora con las pupilas dilatadas, el grupo con el que estaba comenzó a saltar al ritmo de la guaracha que sonaba en los bafles. Las niñas se tambaleaban debido al mareo, producto del licor y las drogas, mientras tanto, eran acechadas por quienes buscaban un beso, sexo o al menos un roce entre sus partes íntimas.

Era una noche en la que aún pululaban las restricciones del Gobierno debido al covid-19, pocos podían alardear de tener su esquema de vacunación completo y era raro ver a alguien sin tapabocas en la calle. Por mi parte, dos días atrás había sido vacunado así que no debía ingerir licor en un tiempo prudente.

Debido a casualidades de la noche, terminé haciendo parte de un grupo de ocho personas interesadas en ir a bailar a una de las discotecas más importantes del municipio, en donde posteriormente nos negaron el acceso porque íbamos con dos niñas de 14 años.

“El Negro” sujeto alto, de unos 30 años, y quien invitó a “Las niñas”, no vio ningún problema en la negativa del portero. Dio media vuelta y nos dijo:

  • Vamos a la pizzería de allí, el que atiende es amigo mío, allá nos tomamos un botello mientras nos da la medianoche y volvemos.

Entonados

Un trago, dos tragos, tres tragos, conforme aumentaba la cantidad de aguardiente en la mesa, una de “Las niñas” más se acercaba a “El Negro”. Se le sentaba en las piernas, le pedía licor, lo agarraba por la cintura, meneaba el bombón que chupaba entre sus labios, y finalmente se arrimaba a pocos centímetros de su boca para decirle cualquier trivialidad.

Cuando el gusto a anís del aguardiente no fue suficiente para suplir los deseos de la noche, “El Negro” preguntó si queríamos perico, dos mensajes de texto después, subió las escaleras con una pequeña bolsa con polvo blanco en su interior.

Cuando el perico llegó a la mesa, una de las niñas le pidió de la droga a “El Negro”, ya que no le habían dado cuando la repartieron.  — Si quiere le doy, pero no me hago responsable si luego aparece por ahí botada, usted se hace responsable de lo que haga — le respondió con un tono retador.

Siendo la medianoche volvimos a la discoteca del comienzo, en esta ocasión no hubo ningún problema en el ingreso porque ya no había policía, a esa hora las reglas del juego cambiaban; podía entrar cualquier niña, no había gel ni mucho menos tapabocas.

Prendidos

Tan pronto entrar, lo primero que encontramos fue a un loco terriblemente ansioso, con claras muestras de estar drogado y amenazando con golpear a las personas que lo empujaban. Los senderos para pasar en medio del tumulto de personas eran nulos, por lo que a veces se daban empujones dentro de la discoteca.

Amontonados en un rincón, luego de una discusión con otro grupo que también quería la mesa, y de estar apilados de a dos personas por silla, “El Negro” pidió dos botellas de aguardiente.

Era una velada en la que se encontraba generoso. Probablemente fuera una de sus últimas noches en libertad, debido al proceso en su contra que se llevaba a cabo en la Fiscalía, el cual podía dejarlo tras las rejas 11 años. Proceso penal relacionado con una menor de edad.

  • ¿Quiénes suben a la mesa de los loquitos? Vamos un rato y bajamos otra vez —   nos invitó para acompañarlo. Nos negamos y subió solo.

Algunos zapateaban siguiendo el beat del DJ; unos cuantos fingían que bailaban, (solo era una excusa para tocar a “Las niñas”); otros bajaban del segundo piso con los ojos hinchados y frotándose la nariz; mientras yo seguía rechazando el licor que me ofrecían los extraños.

Verse las caras, mirar el celular, cantar un pedazo de la canción, aplaudir y volverse a ver las caras sin emitir palabra alguna. Seguíamos la rutina característica de la rumba entre desconocidos. Solo acaparaban nuestra atención, los silencios provocados por el DJ cuando daba mensajes institucionales.

  • Les recordamos a todos que no se aceptan peleas en la discoteca, si se quieren matar háganlo afuera, después del cierre.

Borrachos

El problema de estos anuncios fue que hubo quien se los tomó literales. Después del cierre se armaron subgrupos de borrachos que intentaban concertar la siguiente mala decisión que tomarían. Aunque no todos gozaban de la misma cordura para eso.

Escuché un grito y miré hacia atrás, era el mismo loco que amenazó con golpearnos anteriormente, igual de ansioso, igual de loco. Ahora amenazaba a una chica que venía sola.

No dudó, tan pronto recibió las amenazas se alejó un poco y agarró dos botellas, despicó una contra el suelo y le dijo:

  • Hágale, hijueputa. Acérquese, gonorrea. Pégueme ahora, malparido—

El ansioso salió corriendo de inmediato, ella lanzó una de las botellas. Le reventó la cabeza a un extraño. Alguien totalmente ajeno a la pelea terminó en un charco de sangre, intentando detener con sus manos el rojo que salía de su cabeza. Ella agarró otra botella y se perdió en la oscuridad con el ansioso.

La mala decisión que propuso “El Negro” consistía en ir a la casa de un amigo suyo. Era un lugar privado, iba gente chimba, y lo más importante, se podía seguir tomando, decía emocionado. Fui el primero en negarme, las segundas fueron “Las niñas”.

  • No, ¿y quiénes van a ir por allá? ¿A qué vamos a ir?... ¿A que nos culeen? — Explicó una de las dos, del porqué de su negativa.

Aquel momento de lucidez duró poco. Minutos después se subieron a una moto con uno de los tipos que conocieron en la discoteca, otra niña de 16 años también se subió al vehículo. Cuatro borrachos sin casco en una moto en la madrugada, dirigiéndose a un amanecedero a las afueras del pueblo.

Siete cuadras más adelante estaba la moto metida en la cuneta de la vía. “La de 16” se dobló el brazo. El tipo que manejaba se llevó la moto al taller de un amigo, “Las niñas” entraron al amanecedero y “La de 16” se quedó sola en una esquina.

Aparentemente le habían dado algo raro, estaba desvariando. Tenía la cabeza metida entre las piernas, no podía hablar o pararse. Algunos de los que estaban en el amanecedero la vieron. Intentaron hablar con ella, pero no recibieron respuesta. Agarraron su celular y llamaron a la hermana, esta les contó que ese día debía presentar el ICFES.

Sobrio

  • Sebas, ¿al fin qué pasó con el vecino suyo? el que violó a una muchacha
  • Abuela, tengo entendido que está en la cárcel. No estoy seguro.
  • Yo no entiendo cómo funciona eso, ¿por qué a unos les montan problema y a otros no?, uno a cada rato ve a esos señores con pelaitas de 13 y 14. Eso es como normal, o de pronto es que saben disimularlo.

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