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Ibagué: La Metrópolis de los gatos callejeros

Ibagué: La Metrópolis de los gatos callejeros

Por: Juan Sebastian Giraldo Guzmán


No se tiene una cifra exacta del número de gatos que viven en la calle, ni de la cantidad que abandonan cada día. Sin embargo, MinSalud, basándose en las jornadas de vacunación, estima que en las ciudades hay un gato por cada 15 personas, lo que supondría un aproximado de más de 35 mil gatos en la ciudad de Ibagué.

En el Centro de Atención y Protección Animal, CAPA, protegen en la actualidad a 15 gatos, la mayoría adultos.

—A los cachorros se los llevan rápido. Es poco frecuente que nos traigan gatos viejos. Entran muy pocos porque son fuertes. Cuando se enferman se van al monte y mueren en soledad —dice José Luis Moreno, director de CAPA.

Según Moreno, las causas más comunes de abandono son la falta de recursos económicos por desempleo, los cambios de domicilio y las camadas no deseadas.

Somos testigos de esta problemática en nuestros propios barrios. Agrupaciones de casas de colores, un montón de carros parqueados en cada acera y calles angostas que hacen las veces de pasarela a las decenas de gatos que las caminan diariamente, describen un típico barrio ibaguereño.

Lo que para nosotros puede ser un simple barrio, para ellos es toda una metrópolis llena de aventuras y desventuras, pero sobre todo de peligros. Bajos o altos, los gatos disfrutan de los techos como si de un juego se tratara, saltando de uno a otro buscando quién sabe qué, cazan peleas, se enferman, ingieren cosas que no deben, y en el peor de los casos terminan con camadas no deseadas.

Cada cierto tiempo se dan cita en alguno de los techos del sector un par de gatos. En aquellas noches ocurren batallas enigmáticas. Algunos vecinos adormilados sacan la cabeza por la ventana intentando comprender lo que está pasando, otros llenan sus baldes de agua para callar a los gatos, y finalmente los más enfermos planean cómo envenenar a los felinos.

Una historia cada 15 gatos

Por las calles de este barrio circulan muchos gatos, varios de ellos con nombre e historia propia:

Van Gogh es un gato grisáceo que acostumbraba escaparse de sus dueños. A veces se perdía por varios días, y generalmente regresaba golpeado. Una madrugada volvió sin su oreja izquierda.

Oreo es un gato de pelaje blanco y negro. Un día apareció en el barrio, lleno de heridas y con un estado avanzado de sarna. Entre varios vecinos reunieron fondos para su tratamiento y hoy en día es el quinto gato gordo de una señora de la Manzana A de Hacienda Piedra Pintada, aunque podría serlo del Jordán, La Pola o cualquier otro barrio de Ibagué.

Boris es un gato naranja que solía salir de su casa por la noche y volver en la mañana. Debido a los constantes problemas de acueducto, el barrio se llenó de tierra y mallas azules. Cuando esto ocurrió, Boris no supo cómo regresar más a su casa.

Pero no son casos aislados, es común que los gatos desaparezcan, diversidad de posters pidiendo información se encuentran cada dos cuadras. Hoy apareció Miguy.

Espacios

Existen algunas zonas verdes donde los vecinos plantan alguna que otra cosa o recogen una de tantas pomarrosas que caen diariamente de los árboles. Estas zonas signfican para los gatos, un lugar en donde satisfacer todas sus necesidades: saltar, jugar, cazar, descansar e incluso defecar. Allí se esconden de sus dueños, que en la noche silban y silban rogando para que vuelvan a casa.

Los vecinos susurran, cuchichean y comentan historias acerca de los lugares en donde abandonan a los gatos y adonde llegan los callejeros. El periodo en el que el Hospital Federico Lleras - sede Limonar fue abandonado (2014 – 2020) este se convirtió en el epicentro de los gatos huérfanos, los vigilantes de ese entonces estiman que había alrededor de 200 gatos en ese terreno.

Algunos de los trabajadores con mayor afecto por estos animales sacaban de su propio sueldo para comprar concentrado y alimentar a unos pocos de ellos. Vecinos de barrios aledaños también se sumaron a la causa e incluso en ocasiones los adoptaron. Sin embargo, eran más los gatos que botaban.

La gente inconsciente cogía los gatos chiquitos y los botaban por encima de la cerca, a veces en bolsas y otras veces solo los tiraban —relata Juan Carlos Morales, vecino del sector. 

Debido a los constantes abandonos la población felina en el hospital se incrementó abruptamente. Según Morales, muchas personas iban a recoger a algunos gatos, pero eran más los que los abandonaba. Nunca hubo una preocupación por parte de los entes estatales, hasta que la Gobernación recuperó el hospital y se llevó la sorpresa al ver tantos gatos en el sitio.

El bosque que conecta a Hacienda Piedra Pintada, Varsovia, La Floresta, y Versalles ha sido testigo también de la parte más oscura de esta metrópolis felina. Los gatos callejeros se reúnen allí y escarban entre la basura para encontrar algún hueso mal roído o cualquier cosa que les permita sobrevivir un día más, también se rebuscan cambuches entre desechos y maleza para resguardarse de la lluvia.

 

No todos tienen siete vidas

Cada tanto, uno de estos gatos es arrollado por un vehículo. Algunos cuentan con la suerte de tener aún, vidas restantes. Pero no todos gozan de la misma dicha, así que mueren. Hay personas que deciden darles cristiana sepultura, como la vieja de la manzana P que el año pasado enterró cinco gatos en el bosque.

La suerte es relativa. Los que no mueren atropellados terminan haciéndolo lentamente. Paco era un gato blanco, grande, viejo, con manchas negras en la cara, patas cafés debido a la mugre y una cabeza casi calva debido a las heridas. En las noches lloraba tan fuerte y tan agudo, que era como si suplicara al mundo que lo mataran. Vivía de la caridad de las personas que dejaban Purina afuera de sus casas y acudía frecuentemente a la cuarta casa de la Manzana O. Un día dejó de ir. La dueña de la vivienda nunca supo nada más de él.

En una metrópolis no todo es color de rosa. La situación de muchos gatos callejeros o abandonados es complicada. A pesar de que cada vez se suman más personas que quieren ayudar, difícilmente llegarán a una solución si sigue habiendo dueños irresponsables con sus mascotas. Los gatos deben ser esterilizados de manera oportuna, tener las vacunas al día y no salir excesivamente de sus casas, como sugieren los expertos. Mientras esta mentalidad no cambie, muy probablemente seguirá habiendo gatos callejeros con un final poco agradable.

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