Opinión

¿Para dónde va Óscar Barreto?

¿Para dónde va Óscar Barreto?

Alejado de las siempre urgentes tareas administrativas que, en muchas ocasiones, no permiten detenerse y pensar el territorio de una manera reflexiva, y de la necesidad imperiosa de ejecutar el presupuesto, el exgobernador Óscar Barreto Quiroga parece haber entrado en un proceso de transformación en la que se pueden adivinar los caminos que pretende transitar luego de su paso por el palacio del mango. 

Una de sus preocupaciones actuales es la construcción de un modelo de desarrollo nacional que parta de las regiones. Más allá de su crítica a la histórica política centralista de los gobiernos, Barreto ha planteado, desde sus columnas en El Nuevo Día, una alternativa de desarrollo económico sobre la base de una “política económica subregional que permita tener mercados interiores comunes diferenciados, más especializados y articulados a las agendas departamentales”, con un enfoque alrededor de la ciencia, la tecnología, la innovación y, especialmente, de la competitividad.  Quizá se equivoca en su llamado a la desideologización de los modelos económicos: todo modelo económico trae consigo una ideología, pero no se equivoca cuando hace un llamado a evitar los populismos (tanto de derecha como de izquierda) y a los modelos que sólo atraen votos y no desarrollo. 

Su preocupación pasa por el tema educativo, ambiental y los esquemas asociativos que no se circunscriben de manera exclusiva al Tolima.  Barreto está hablando de RAPE (Región Administrativa y de Planificación Especial) conformada por Bogotá, Cundinamarca, Boyacá, Meta, Tolima y Huila y hasta de una línea de construcción de futuro a 2040. 

Los Jaramillo, Mauricio y Guillermo Alfonso, hacen mutis por el foro, aunque seguramente aparecerán cuando comiencen los nuevos cálculos electorales.  Barreto, desde la otra orilla, ha empleado los primeros días del año a pensar la región en el concierto nacional y a pensar el país desde lo local, líneas que sólo pueden ser abordadas desde el poder nacional, desde el congreso y con una alta injerencia en el ejecutivo, aunque es claro que le preocupa el fortalecimiento de su movimiento político.

Es cierto que Barreto es un pragmático clásico. Su verbo preferido es hacer pero su  discurso apunta ahora a su deseo de ocupar un lugar nacional de liderazgo. El Senado parece ser el destino. Una votación superior a los 130 mil votos (su movimiento obtuvo con Ricardo Orozco 220 mil votos en las pasadas elecciones) le podría garantizar convertirse en el gran elector del partido conservador y desde allí, construir ya no un movimiento regional sino nacional con alta influencia en las decisiones políticas del país. Sin embargo, para ello requiere del éxito de las administraciones departamentales y municipales que controla. La tarea no será fácil pero el camino parece dibujado.

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