Opinión

Nunca “gente de bien”

Nunca “gente de bien”

Por Kevin Herney Castañeda Vargas


"Podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo" (Voltaire). No obstante, la cómoda costumbre de omitir el lugar de enunciación, la procedencia, el interés, la clase, el partido, la narrativa y el rostro de quien expresa esa opinión, diluye la transparencia de la expresión democrática y erradica un principio fundamental: llamar a las cosas por su nombre o simplemente hablar con la verdad. 

¿Quién es la gente de bien? Un neologismo designado para referir a un no tan nutrido grupo de personas que traen a colación discursos de reconciliación, paz y dialogo en una objetiva e irrefutable circunstancia de estallido social.

Suprimiendo de la ecuación a esos empresarios que pertenecen al 80% de las Mipymes que constituyen el tejido empresarial colombiano y que reportan objetivas afectaciones económicas; suprimiendo a ese puñado de colombianos bien intencionados, que sobre la concepción de “el Estados somos todos”, llaman a un escenario de diálogo sin idas y venidas en la correlación de fuerzas, es decir, sin incomodar; suprimiendo a ese amplio número de ciudadanos obligados a “expresarse democráticamente” so pena de ser despedidos en sus lugares de trabajo; y, por último, suprimiendo a ese número de personas con dificultades económicas que recibieron los $50.000 pesitos entregados  por algunos promotores. Los únicos que quedan en la palestra son aquellos personajes que, además de pertenecer o simpatizar con los sectores más retardatarios y anacrónicos de la patria, han bebido de las mieles de la comodidad designada y asignada por quienes han ocupado cargos públicos en los últimos 20 años y sus políticas económicas de “beneficencia específica” o “Economía de filtración”.


“Quienes otrora avalaron, defendieron y perpetuaron una narrativa guerrerista hoy llaman al dialogo, la paz y la concertación”.


No es una coincidencia que, según Confecámaras, el 80% de las empresas más grandes del país accedieran a los subsidios del PAEF, mientras que, en el caso de las Mipymes sólo lo hizo el 9%.     

Nuevamente, "podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo". No obstante, en una democracia sana es de extremo menester hablar sin disfraces.

Quienes otrora avalaron, defendieron y perpetuaron una narrativa guerrerista hoy llaman al dialogo, la paz y la concertación. La pérdida de popularidad, simpatías e incidencia sobre la correlación de fuerzas evidenciada en las recientes encuestas de opinión, reduce sus niveles de soberbia y beligerancia. Ahora, aunque cambien de narrativa según la movida, en esencia siguen siendo lo mismo.

No es una coincidencia que confundan odio con indignación, no es una coincidencia que la oda a la institucionalidad opaque y subsuma el justo reclamo de los comerciantes, no es una coincidencia que condenen la violencia mientras hacen calles de honor a las instituciones que, con suficiente evidencia, la ejercen sistemáticamente; no es una coincidencia que conciban incuestionables a las instituciones colombianas, y no es una coincidencia que su referencial esté exclusivamente dedicado a la supresión del otro.

Son las marchas del Statu Quo, diametralmente opuestas a la marcha del silencio impulsada por Jorge Eliécer Gaitán en 1948. Son expresiones que apelan a todas las formas de normalidad, incluso las que reproducen 50 años de miseria y desigualdad.

¡Cuidado comerciantes!, son ustedes instrumentos de utilidad para sectores que tienen por misión política amortiguar a como dé lugar estos inéditos acontecimientos. Personas que quieren capitalizar su evidente afectación económica. Para algunos, sus utilidades son un escudo, no una bandera. Es mejor establecer canales de interlocución sin negar la existencia del otro, es mejor negociar con los protagonistas, no con quienes se niegan a soltar privilegios de dudosa procedencia. ¡Claro!, por supuesto que las generalizaciones son insensatas, no obstante, “al que le caiga el guante”…  

Por último, para las personas con intención de construir soluciones, es necesario apelar a la creatividad, de esa forma se podrá dirimir el problema; y, para las personas destructivas que solapadamente se esconden bajo el neologismo de “gente de bien”, acostúmbrense a que la Colombia miserable y sanguinaria que ayudaron a crear murió el 28 de abril del 2021. Como suelen decir ustedes, con ese tufillo a soberbia, terquedad y mediocre discernimiento que los caracteriza: “duélale a quien le duela”.

  • Politólogo Universidad del Tolima
    La columna escrita por Kevin Herney Castañeda Vargas no representa la línea editorial del medio El Cronista.co

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