Opinión

La conquista de los vándalos

La conquista de los vándalos

Por: Sebastián Amezquita  


Al más crudo estilo de la ficción distópica es como se viven los días de la Colombia de hoy, cuando digo la Colombia de hoy hago alusión a la compleja situación que surgió de la tierra desde el pasado 28 de abril y que dio origen a uno de los escenarios más pavorosos de la historia nacional. Desde hace algún tiempo habremos podido notar que la televisión, las redes sociales, las tendencias de la moda y los demás somas de la sociedad no han sido suficientes para dar continuidad al prolongado estado de pasividad en el cual descansaba una ciudadanía indiferente a los problemas generales del país.

Ni el fútbol, ni el reality show de las 8 o la misa de domingo, han servido para evitar el descontento de todos los sectores de la población que hoy sufren del camino que el gobierno ha trazado para Colombia. La promesa de la seguridad eterna ya tampoco cala como discurso en el imaginario común, a millones de mujeres y hombres que constituimos la sociedad nuestra nos resultó imposible seguir ocultando cuanto nos afecta vivir en el estado más desigual de América Latina.  

Luego de unas breves vacaciones de 4 años, en el año 2018 el Uribismo volvió a tomar las riendas del país y desde ese entonces las cifras de desempleo y líderes sociales asesinados fueron aumentando progresivamente, a la par de esto una salud y una educación pública cada vez más desfinanciada. Luego llegó un 2020 con la sorpresa de una pandemia que le trazó el gran reto al gobierno nacional de atender con efectividad y humanismo este complicado asunto de salud pública que, si bien sacudió a todo el mundo, en Colombia la acción del estado frente a este no cumplió con las expectativas de los ciudadanos que aclamaban condiciones dignas para atravesar la complicada tarea del confinamiento. Lo que vino después ya todos lo sabemos: hospitales colapsados, muertes y crisis económica. A la luz de un tercer pico el presidente presenta una reforma tributaria que proponía descargar los costos de la pandemia en los sectores de la población con las menores capacidades económicas para hacerlo.

Resultado de esto hace un mes la ciudadanía indignada se volcó a las calles del país a manifestarse en contra de una situación que nos sofocó a todos y nos llenó de valor para hacer el uso al legítimo derecho constitucional de protestar por nuestros derechos. El gobierno contestó a esa revolución cultural y política que atestaron las principales calles, plazas y avenidas de las ciudades de Colombia con violencia, una violencia cruda que a la fecha ha dejado más de cuatro decenas de muertos, cientos de desaparecidos y una juventud que se niega a dejarse de manifestar en todo el territorio nacional. 

Esa juventud no solo está siendo víctima del proceder sicarial de la fuerza pública en la calle, sino que está siendo masacrada por el sicariato moral de los medios de comunicación que hoy en día les llaman vándalos y les responsabilizan con cinismo de la situación de orden público que sacude nuestra cotidianidad el día de hoy. Esa juventud desarmada que hoy está poniendo los muertos, logró que está crisis tenga una connotación global y que gracias a ello el mundo entero esté evidenciando que a la luz de la tercera década del siglo XXI cuando las dictaduras en esta región del mundo solo eran un vergonzoso capítulo del pasado, el estado colombiano está siendo el autor de gravísimas violaciones a los derechos humanos y el derecho internacional humanitario.

Esos llamados vándalos lograron hacer entrar en razón a un congreso que obedeció al clamor popular y hundió esa nociva reforma, situación que generó la renuncia del ministro autor. La protesta que esos vándalos hacen en los semáforos también fue presión suficiente para descartar por completo una reforma a la salud que insistía en la deshumanización de la prestación del servicio pero que favorecía a las EPS, estos vándalos están alcanzando progresivamente importantes conquistas para la sociedad colombiana en el trasegar de este turbulento pero necesario paro nacional. 

Estos vándalos además de lograr todo lo anterior lograron despertar la conciencia de millones que hoy se dieron cuenta que la tragedia siempre ha sido colectiva y que como pueblo debemos unirnos y rechazar con paz, arte y cultura las injusticias sociales originadas por un establecimiento que históricamente gobierna para unos pocos mientras dé la espalda a las mayorías. 

A esos jóvenes que cuya honra ha sido transgredida física y moralmente nos han hecho sentir identificados con la palabra vándalo y despreciar el concepto de “gente de bien”, a esa juventud que en un mes nos han dado catedra de historia, ciencia política y ética, a esa juventud que lucha, reíste y no desiste debemos elogiar y rodear hoy más que nunca. Los que están en las calles pasarán a la historia como aquellos que le devolvieron la esperanza a un país entero que ahora está cerca de convertirse en lo que siempre ha merecido.


La columna escrita porSebastián Amezquita no representa la línea editorial del medio El Cronista.co

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