Opinión

La cultura del envase

La cultura del envase

Por Juan Bautista Pasten G.


Las sociedades modernas y contemporáneas han privilegiado la percepción por sobre instancias mucho más ricas en substancialidad cognitiva y valórica. En efecto, en ellas se tiende a estimar la exterioridad de la realidad  - humana y natural - como de mucha mayor importancia que lo interno, es decir, las ideas, los sentimientos, las emociones, las cualidades, las intuiciones son vistas como secundarias respecto a los logros materiales obtenidos o por alcanzar.

Por lo pronto, lo señalado anteriormente, podemos constatarlo, por ejemplo, en los medios de comunicación, los cuales priorizan programas donde exaltan personajes y circunstancias revestidas de éxito, fama y solvencia material y económica. La televisión es la mejor muestra de esta cultura de lo externo, lo corporal, lo aparente, el “look”, que busca estimular a la gente hacia la “cultura de la apariencia”, de las cosas, de lo banal e irrelevante.

Ciertamente, en gran medida, la televisión ha sido instrumentalizada por la industria tecnológica del consumismo, ya que ha estado al servicio de las empresas reproductoras de lo existente, más que motivar hacia la generación de personas valóricas, cuyas acciones, medios y objetivos sean conducentes, más bien, al desarrollo y construcción de comunidades más equilibradas, justas y unitarias.


“Vivimos en un mundo donde el funeral importa más que el muerto, la boda más que el amor y el físico más que el intelecto. Vivimos en la cultura del envase, que desprecia el contenido” E. Galeano, escritor uruguayo.


Sin duda, los propietarios de los medios de comunicación y quienes los administran – salvo honrosas excepciones – han optado por la técnica de la distracción de las masas más que por la educación de la ciudadanía. Efectivamente, las grandes empresas han descubierto que les resulta mucho más útil y provechoso (para sus intereses), mantener anestesiadas y adormecidas la mentalidad de los seres humanos, mediante la emisión, por lo general, de programas y eventos que emocionen temporalmente a las personas, más que inducirlas a la reflexión, al análisis y al incremento del conocimiento en todos los aspectos.

Como bien lo han expresado algunos pensadores de todo el planeta, vivimos un mundo en que la apariencia ejerce dominio sobre lo que, en verdad, necesitamos y requerimos, vale decir, la imaginación, la creación y la consolidación de sociedades justas, solidarias y libres que incluyan a la totalidad de los seres humanos.

Ciertamente, esta materialización de la existencia ha provocado daños corporales, dificultades emocionales, desequilibrios mentales y falencias valóricas, que han afectado al mundo en su conjunto. Esto podemos percibirlo en los conflictos bélicos entre distintos países, en las constantes desavenencias familiares, en el fomento de la compra y uso de armas de fuego por niños y adolescentes, en la utilización indiscriminada de analgésicos y barbitúricos, en la destrucción creciente de la naturaleza y en la generación de enfermedades que afectan a la humanidad.

Ahora bien, aún es tiempo de asumir lo que verdaderamente somos: seres valiosos, capaces de crecer personal y colectivamente, seres idóneos e inteligentes para redimir nuestro hábitat terrenal de tanta necedad, inconsecuencia y destrucción.

Nuestro mundo, nuestros congéneres – los niños, los jóvenes, los adultos y los ancianos - la naturaleza toda y cada uno de nosotros, podemos y estamos en condiciones de hacer la tarea esencial: ser los llamados a pensar y construir sociedades dignas de ser vividas. Es tiempo de otorgar a la Educación, emocional, mental, lúdica e integral, el sitial que le corresponde, para constituirse en el poder cualitativo y magnánimo que dirija el quehacer humano hacia el umbral de la sabiduría.

Sin duda, el envase será más bello cuando esté lleno de grandeza valórica y espiritual.

Vivimos en un mundo donde el funeral importa más que el muerto, la boda más que el amor y el físico más que el intelecto. Vivimos en la cultura del envase, que desprecia el contenido” E. Galeano, escritor uruguayo.

La realidad aparente es una mala imitación de la realidad verdadera”. Platón.

La verdadera realidad no está fuera, sino en nosotros”. Giovanni Casanova, poeta italiano.


  • Docencia e investigación en filosofía | Universidad de Chile

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