Opinión

Tánatos, una aproximación al misterio de la vida

Tánatos, una aproximación al misterio de la vida

Por Juan Bautista Pasten G.


Los hombres – sobre todo, el occidental y contemporáneo – celebran el nacimiento de un nuevo ser, pero lamentan la partida de este mundo de una persona.

Estas situaciones divergentes constituyen casi una constante en todas las comunidades y grupos sociales, son eventos que han caracterizado a la humanidad desde tiempos atávicos.

Decimos casi a todas las personas, porque no acontecía lo mismo con las civilizaciones primigenias - en América y en Asia principalmente - en las cuales, tanto el nacimiento como la muerte, eran motivo de encuentro, regocijo y comunión entre sus habitantes.

Por lo pronto, en lo que respecta a la congoja y al pesar que ocasiona el deceso de una persona, surgen necesariamente nuestras dos primeras interrogantes cruciales: ¿Por quién se lamentan y lloran los familiares y amistades? ¿Se deprimen y angustian por aquel ser que parte de este mundo o, más bien, se lamentan por sí mismos, que quedan sin la presencia de aquel fallecido? Una interesante pregunta que invito a reflexionar a nuestros lectores.

Ciertamente, hablar y escribir acerca de la muerte, vale decir, el intento de dilucidar el enigma de la misma, es una temática que ha atraído desde siempre a los hombres, que – en algunas oportunidades – incluso supera el manifiesto miedo que nos provoca su concreción en nosotros o en seres queridos y cercanos.

 En efecto, aún en un mundo que, históricamente, no ha sido un jardín de rosas ni menos un paraíso terrenal; aun así, la muerte es una realidad que provoca recogimiento e indisimulado temor.

 De hecho, ingente cantidad de humanos, siente enorme pánico sentirse afectados por la ella, ya sea directa o indirectamente.

Ahora bien, ¿por qué ocurre esto, de dónde proviene el temor que genera la muerte, hasta el punto incluso de evitar, en bastantes ocasiones, referirnos a ella, hasta incluso de no hacerla parte ni incluirla en nuestras cotidianas conversaciones?

Bueno, sin duda, existen una diversidad de respuestas, algunas no del todo convincentes, pero sí entendibles y comprensibles. Por nuestra parte, queremos aventurar algunas consideraciones acerca de la inefable muerte.

En efecto, a nuestro juicio, el temor substancial a esta instancia inevitable, radica no tanto en partir de este mundo (en el cual vivimos buenos y malos momentos), como tampoco el que nuestra existencia tenga un final (ahora o más rato), ni siquiera el que debamos alejarnos de las personas queridas. Pensamos que no es eso o no es solo eso. Para nosotros, el miedo a morir es el temor a lo desconocido, un “más allá” del que ninguna teoría científica o doctrina religiosa nos otorga – hasta ahora - plena tranquilidad.

 En consecuencia, la muerte es una realidad, pero una realidad ignorada. La muerte – el enigmático tánatos, como lo llamaban en la antigua Grecia – atrae, pero también aterra. ¿Qué es ese irremediable evento que acaece a todos los humanos - la muerte es la circunstancia donde la anhelada igualdad alcanza su consolidación-, es, acaso, el fin completo de la existencia, es una transición hacia otras formas de vida o es un renacimiento? Estas y otras respuestas causan escozor, inquietud, angustia, pero, además, en cierto modo, intentan poner un manto de esperanza y cercanía.

Para nosotros, la muerte, como todo lo terrenal, planetario y humano son temáticas que debemos y podemos dilucidar en la medida en que nos encontremos con nosotros mismos, con nuestra verdadera identidad, cuando estemos en condiciones de descubrir y develar quienes somos realmente.

La Filosofía, desde sus inicios, viene realizando este llamado esencial, a develar esa voz interior de la Consciencia, la cual nos impulsa y motiva a encaminarnos con certeza hacia la Verdad. 

Los sabios de la antigüedad y de siempre, han permitido desocultar que no somos una simple hoja iluminada por el sol, ni una hoja regada por la lluvia ni movida por el viento; en verdad, somos esa hoja, pero también somos el viento, somos la lluvia y somos el sol.

Como lo han expresado los grandes sabios de todos los tiempos – por medio de parábolas, metáforas o mensajes sublimes – es menester Despertar del largo letargo existencial que ha rodeado y obnubilado al ser humano desde siglos remotos.

 Es tiempo de Recordar nuestro verdadero Ser, de Recuperar nuestra auténtica esencia, de Nacer a la Verdadera Vida.

Efectivamente, vencer la separación milenaria de los hombres consigo mismos, con nuestros congéneres, con la naturaleza, con las esferas celestiales y con Dios. Esa sublime Unidad de la humanidad con el Todo, permitirá dilucidar una multiplicidad de misterios, así como la germinación de Nuevos Hombres y Mujeres, seres para los cuales la muerte ya no provocará miedo ni desolación ni preocupación, pues el Amor a la Vida - sustrato de toda Unidad – ubicará a la muerte como lo que es, una etapa necesaria de asumir y vencer.

“Morir es Renacer. Hay que morir antes de morir, es decir, hay que Despertar”. Rumi, poeta sufí, siglo XII.

“Mientras vivo, la muerte no existe para mí; cuando muera, yo no existiré para ella”. Epicuro, filósofo griego, siglo III a.C.

“Yo soy la resurrección y la vida”. Jesús.


* Docente e investigación en filosofía. Universidad de Chile.

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