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El Covid19 nos quitó el derecho que teníamos a abrazar

El Covid19 nos quitó el derecho que teníamos a abrazar

La magia de diciembre no está en los regalos, sino en el compartir con los más cercanos, con la familia. Es poder ir a una novena y disfrutar de la compañía más que de las viandas que son mágicas en esta temporada. 

Y es que la enfermedad nos tocó las de abajo y nos puso alerta frente a una pandemia donde perdemos si nos descuidamos un solo segundo. La impotencia es absoluta y ahora los casos tocan a nuestra puerta.

La pregunta del millón cuando empezamos a realizar el cerco epidemiológico es ¿por dónde?, en qué momento si X o Y persona parece estuviera en una urna de cristal y la respuesta es la misma: un mínimo descuido. 

Entonces la salud se convierte en el mejor presente de la vida.  Esos regalos que nos damos en navidad pasan a un segundo plano, porque empezamos a valorar con mucha más fuerza el abrazo donde escuchaba uno gracias por amarme. O esa rica cena donde al final todos elevábamos nuestra energía por estar en un momento donde reitero es la gratitud y la compañía el mejor momento de ese 24 de diciembre. 

En mi mesa hará falta mi hija, mi yerno. En mi casa faltará la alegría de mis nietos que se sorprenden mucho más que nosotros de la navidad. Ni hablar de la reunión con mi abuela y mis tíos y mis primos, o la del 25 con mis otros tíos. 

Pero con mi esposa e hijos celebraremos que estamos vivos, que podemos contar el cuento completos, que seguimos cuidándonos sin bajar la guardia, porque apareció el virus y el cimbronazo fue duro, nos volvió a recordar que los abrazos no están permitidos y así nuestra alma se arrugue los visualizaré con más fuerza, la imagen de la abuela, tíos, tías, primos, primas, hermanos, sobrinos, hijos y nietos llegarán a mi mente con más fuerza y gritaré a todo pulmón: ME QUEDO EN CASA, pero que el otro año por esta fecha abrazo a los míos, los abrazo, la madre si no. Feliz Navidad.

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