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La violencia en colombia.

La violencia en colombia.

El inolvidable sacerdote Eudista Rafael García Herreros, -Cúcuta 1909-Bogotá 1992- creó a finales de los años cincuenta del pasado siglo, una publicación que llamó “El minuto de Dios- La revista del diálogo”, habiendo sido el reconocido escritor y ensayista Gonzalo Canal Ramirez su director, y contando con el apoyo de periodistas y columnistas de la talla de Monseñor Germán Guzmán Campos, el catedrático Eduardo Umaña Luna, el sociólogo Orlando Fals Borda, el también sacerdote Camilo Torres Restrepo y otros grandes intelectuales. La edición número 6 de dicha revista, publicada el 28 de julio de 1962, contiene “algunos documentos sobre la violencia”, detalles acerca del encuentro de Monseñor Guzmán Campos con Teófilo Rojas -alias “Chispas”- ocurrido el 5 de mayo de 1958 en el municipio de Planadas (Tolima), contando también con la presencia del guerrillero liberal Jesús María Oviedo, “Mariachi”, artículo publicado bajo el título de “Testimonio de un guerrillero”. 

Así mismo contiene esta revista número 6, una reseña del libro de muy reciente edición, “La violencia en Colombia. Estudio de un proceso social”. Reseña hecha por Gonzalo Canal que inicia con una contundente apreciación: “No suelo perder el sueño -“primer plato en el banquete de la vida”-. Después de haber dado vuelta a la última hoja de este libro que, a lo largo de sus cuatrocientas páginas, me llevó y me trajo por los más sangrientos caminos de Colombia. Sentía miedo, angustia, misericordia, indignación, rebeldía, tremenda orfandad de ciudadano; pero, sobre todo, dolor, auténtico dolor de patria. De esta patria doliente, cuyo principal dolor es la violencia…” 

Como si fuese poco, la revista expone una serie de aterradoras y sobrecogedoras fotografías (las cuales acompañaron la primera edición de esta portentosa obra de Orlando Fals Borda, Monseñor Germán Guzmán Campos y Eduardo Umaña Luna, con que se inauguran los modernos estudios e investigaciones sociológicas en Colombia). Detalladas imágenes que nos muestran el odio y el rencor con que se efectuaban las mutilaciones, deformaciones y desfiguraciones sobre los cuerpos de los asesinados; contemplamos con pavura toda esa detallada semiótica de la barbarie, como los llamados “corte franela”, “corte de mica” “corte corbata”, “del florero”, etc.

Realizados con la mayor vesania, a nombre tanto de los “gloriosos” partidos liberal y conservador, con que las oligarquías dividieron al pueblo desde el temprano régimen colonial hacendatario, heredero de la colonización española, así como a nombre de una confesión religiosa mal interpretada generalmente en los sectores campesinos y rurales, bajo la influencia y manipulación de algunos curas, gamonales y caudillos patrioteros, obstinados y sectarios, que les establecían las creencias religiosas y políticas, como convicciones “verdaderas” e inamovibles y, por ahí mismo, llevándolos al fanatismo y al rencor, mediante una constante promoción de la intolerancia, el irrespeto y la no aceptación de las contradicciones y las diferencias. Condición precaria de unas mentalidades que aun se mantienes, en la doliente psico-patología de muchos individuos, en esta Colombia tan necesitada, como lo exigían los autores, de una reforma de las conductas.

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