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Jorge Eliécer Gaitán: ¿Es su “Oración por la paz” una Premonitoria advertencia?

Jorge Eliécer Gaitán: ¿Es su “Oración por la paz” una Premonitoria advertencia?

Por: Julio César Carrión.

Al cumplirse setenta y un años del magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán, y dada la reiterada situación de violencia que caracteriza a nuestro país, con el teatral engaño que se viene imponiendo sobre los acuerdos de paz establecidos con el movimiento insurgente de las FARC y la subsecuente continuidad en la perpetración de los asesinatos selectivos de los líderes sociales, con el silenciamiento de la protesta ciudadana y la negativa al diálogo con los estudiantes, campesinos, indígenas y demás sectores populares,  la artera imposición de supuestos consensos a que nos vienen acostumbrando unos medios de comunicación subordinados al poder de Estado, con la desaparición de toda oposición política, mediante el engaño electoral y la cooptación de la llamada "izquierda", con el incremento de la represión policiaca sobre los sectores informales, con los llamados "falsos positivos" y demás crímenes de Estado, considero necesario buscar en las tesis y planteamientos del líder inmolado, perspectivas que nos ayuden a orientar el quehacer político, más allá de la simple retórica electorera. Ahondar acerca del significado histórico de sus luchas e igualmente presentar a las nuevas generaciones una visión aproximada de su indeclinable compromiso con los sectores populares. 

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La famosa "Oración por la paz", pieza que muestra la mejor oratoria de Jorge Eliécer Gaitán, que fue pronunciada el 7 de febrero de 1948, en la Manifestación del Silencio, en donde una multitud sin precedentes colmó la Plaza de Bolívar de Bogotá enarbolando banderas enlutadas, en protesta por los cotidianos asesinatos propiciados por los agentes del Estado. En medio de un silencio sepulcral Gaitán elevó su indignada voz para señalar los crímenes oficiales y para advertir que el pueblo “podría reaccionar bajo el estímulo de la legítima defensa”. Un mes después, el 9 de abril de 1948, Jorge Eliécer Gaitán caía asesinado en Bogotá.

Durante este largo período de incesante violencia, de desangre, criminalización de las protestas ciudadanas, silenciamiento de toda oposición y tergiversación de los hechos históricos por parte de los plumíferos de la prensa oficial, subordinada a los intereses de las oligarquías y las mafias de los detentadores del poder, que ha caracterizado todo el devenir histórico de nuestro país, después del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán hace precisamente setenta y un años, la propuesta utópica y el contenido humanístico y político presente en su "Oración por la paz", ha tenido permanente vigencia en Colombia, y cobra aún mayor sentido y proyección, bajo las actuales condiciones políticas y sociales que vivimos. Es innegable su actualidad y vigencia, constituyéndose en una premonitoria advertencia de lo que puede acontecer si los sectores populares se sacuden de tanto engaño y se asumen como esa poderosa  "fuerza subterránea" capaz de "imponer la paz cuando quienes están obligados a imponerla no la imponen". 

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Oración por la paz
Jorge Eliécer Gaitán
7 de Febrero de 1948


Señor Presidente Mariano Ospina Pérez:
Bajo el peso de una honda emoción me dirijo a Vuestra Excelencia, interpretando el querer y la voluntad de esta inmensa multitud que esconde su ardiente corazón, lacerado por tanta injusticia, bajo un silencio clamoroso, para pedir que haya paz y piedad para la patria.

En todo el día de hoy, Excelentísimo Señor, la capital de Colombia ha presenciado un espectáculo que no tiene precedentes en su historia. Gentes que vinieron de todo el país, de todas las latitudes -de los llanos ardientes y de las frías altiplanicies- han llegado a congregarse en esta plaza, cuna de nuestras libertades, para expresar la irrevocable decisión de defender sus derechos. Dos horas hace que la inmensa multitud desemboca en esta plaza y no se ha escuchado sin embargo un solo grito, porque en el fondo de los corazones sólo se escucha el golpe de la emoción. Durante las grandes tempestades la fuerza subterránea es mucho más poderosa, y esta tiene el poder de imponer la paz cuando quienes están obligados a imponerla no la imponen.

Señor Presidente: Aquí no se oyen aplausos: ¡Solo se ven banderas negras que se agitan!.

Señor Presidente: Vos que sois un hombre de universidad debéis comprender de lo que es capaz la disciplina de un partido, que logra contrariar las leyes de la psicología colectiva para recatar la emoción en un silencio, como el de esta inmensa muchedumbre. Bien comprendéis que un partido que logra esto, muy fácilmente podría reaccionar bajo el estímulo de la legítima defensa.

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Ninguna colectividad en el mundo ha dado una demostración superior a la presente. Pero si esta manifestación sucede, es porque hay algo grave, y no por triviales razones. Hay un partido de orden capaz de realizar este acto para evitar que la sangre siga derramándose y para que las leyes se cumplan, porque ellas son la expresión de la conciencia general. No me he engañado cuando he dicho que creo en la conciencia del pueblo, porque ese concepto ha sido ratificado ampliamente en esta demostración, donde los vítores y los aplausos desaparecen para que solo se escuche el rumor emocionado de los millares de banderas negras, que aquí se han traído para recordar a nuestros hombres villanamente asesinados.

Señor Presidente: Serenamente, tranquilamente, con la emoción que atraviesa el espíritu de los ciudadanos que llenan esta plaza, os pedimos que ejerzáis vuestro mandato, el mismo que os ha dado el pueblo, para devolver al país la tranquilidad pública. ¡Todo depende ahora de vos! Quienes anegan en sangre el territorio de la patria, cesarían en su ciega perfidia. Esos espíritus de mala intención callarían al simple imperio de vuestra voluntad.

Amamos hondamente a esta nación y no queremos que nuestra barca victoriosa tenga que navegar sobre ríos de sangre hacia el puerto de su destino inexorable.

Señor Presidente: En esta ocasión no os reclamamos tesis económicas o políticas. Apenas os pedimos que nuestra patria no transite por caminos que nos avergüencen ante propios y extraños. ¡Os pedimos hechos de paz y de civilización!.

Nosotros, señor Presidente, no somos cobardes. Somos descendientes de los bravos que aniquilaron las tiranías en este suelo sagrado. ¡Somos capaces de sacrificar nuestras vidas para salvar la paz y la libertad de Colombia!

Impedid, señor, la violencia. Queremos la defensa de la vida humana, que es lo que puede pedir un pueblo. En vez de esta fuerza ciega desatada, debemos aprovechar la capacidad de trabajo del pueblo para beneficio del progreso de Colombia.

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Señor Presidente: Nuestra bandera está enlutada y esta silenciosa muchedumbre y este grito mudo de nuestros corazones solo os reclama: ¡que nos tratéis a nosotros, a nuestras madres, a nuestras esposas, a nuestros hijos y a nuestros bienes, como queráis que os traten a vos, a vuestra madre, a vuestra esposa, a vuestros hijos y a vuestros bienes!.

Os decimos finalmente, Excelentísimo Señor: Bienaventurados los que entienden que las palabras de concordia y de paz no deben servir para ocultar sentimientos de rencor y exterminio. ¡Malaventurados los que en el gobierno ocultan tras la bondad de las palabras la impiedad para los hombres de su pueblo, porque ellos serán señalados con el dedo de la ignominia en las páginas de la historia!.

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