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La falta de liderazgo en el Tolima

La falta de liderazgo en el Tolima

 

Por: Humberto Leyton

Lo que está sucediendo en el Tolima y su capital con el desorden en los partidos y movimientos políticos, con la aparición de candidatos a granel para la gobernación y alcaldías, es el reflejo de la falta de liderazgos fuertes que conciten la atención de los ciudadanos.

No de otra manera se puede entender este despelote que va desde las la pérdida de identidad ideológica y programática de los partidos, trashumancia, las divisiones internas, la falta de disciplina, las dobles militancias, hasta la traición, la maroma,  el engaño y el juego sucio de muchos en este escenario tan nauseabundo como el político, donde el dinero y los intereses personales mueven todos los resortes de esta actividad que debería de ser de servicio, por considerarse la más noble y comprometida con el desarrollo de las sociedades.

Este desgranamiento de la actividad política en el departamento, y bueno en todo el país, nos hizo evocar épocas de gloria del pensamiento tolimense, cuando los grandes proyectos e inactivas pasaban por el meridiano de nuestra tierra, donde se llegó hablar con respeto, clamor y acogida de "La Escuela del Tolima", para referenciar a una serie de personajes ilustres que tuvieron la responsabilidad de los cambios y la transformación de la nación en sus manos con el programa conocido como "La Revolución en Marcha" del expresidente Alfonso López Pumarejo, donde pasamos de un país semifeudal a conectarlo con el desarrollo industrial y los avances técnicos, económicos, sociales,  comerciales y culturales de la época en el resto del mundo. No sobra recordar que López era hondano.

Y nada mejor que recodar este momento de la historia colombiana, citando el libro de Augusto Trujillo Muñoz "De la escuela Republicana a la Escuela del Tolima"  (3a. edición) -Ediciones Academia Colombiana de Jurisprudencia Colección Portable Bogotá-, que nos ubica en el año de 1934, donde se inició oficialmente la República Liberal, y con ella, todo los procesos de cambios y transformaciones más importantes que tuvo el país en el siglo XX.

Con añoranza y nostalgia, se puede leer que el equipo que orientó y ejecuto aquella tarea fue en su totalidad tolimense, destacándose el maestro Darío Echandía, quien estaba acompañado por hombres de la talla de Carlos Lozano y Lozano, José Joaquín Caicedo Castilla, Antonio Rocha Alvira, Rafael Parga Cortés, Alberto Camacho Angarita, Gonzalo Paris Lozano y Carlos Peláez Trujillo, entre otros. Nombres que para las actuales generaciones no representen nada significativo, pero que forma parte de una escuela del pensamiento que perdurara en la historia regional y del país. "Todos ellos miembros del liberalismo colombiano, todos oriundos del Tolima, todos comprometidos con principios, valores, políticas y propósitos comunes, conformaron una autentica escuela del pensamiento", dice Trujillo Muñoz.

Este legado es difícil de superar, no hay duda, en cualquier partido o movimiento, máxime cuando los principios y las ideas se han abandonado o cambiado por mermelada de la más pura esencia, y los partidos se han convertido en pequeños negocios de agencias de avales o tiendas familiares de barrio.

Por eso, no es raro que en la presidencia de la República la desempeñe un hombre con limitaciones para gobernar, además de tener la sombra de Álvaro Uribe a su lado, es un funcionario ninguneado al que nadie le obedece porque saben que el verdadero poder y mando reside en Uribe. Este es fiel ejemplo de la crisis de liderazgo que vive el país, de la que no escapan los departamentos y municipios.

Situación que desde hace años vive la región, a merced de dirigentes medianos, y en algunos casos mediocres, en todos los campos de la actividad social, empresarial y humana, pero especialmente en la política como motor de cambios, que no piensan más allá de su nariz y de intereses personales o de grupo. No se les ocurre proyectar el departamento y su capital con programas que trasciendan las épocas de elecciones y, por eso, estamos así, por inmediatistas, promeseros y mentirosos. No tienen mentalidad para programar a futuro sino para construir las truculencias y los malabares de cada elección.

El Tolima e Ibagué, carecen desde hace años de una dirigencia que remueva la historia que dejaron nuestros antepasados, que entiendan que el problema no es solo la participación en la seudodemocracia que tenemos, sino la de transformar, planificar el desarrollo y ofrecerle solución a los ingentes problemas que afrontamos en todos los órdenes.

Dentro de esta lamentable situación, quiérase o no, independientemente de lo que digan sus adversarios y contradictores políticos, estamos de acuerdos con quienes sostienen que el único dirigente con figuración nacional que tenemos desde hace algún tiempo, es el alcalde de Ibagué Guillermo Alfonso Jaramillo. Ello se prueba en el reconocimiento nacional que tiene en las esferas gubernamentales de los diferentes partidos y mandatos.

Y para la muestra de lo que afirmamos un botón: al único que convocó el gobierno nacional a través del director de Cordeportes para que presentará a Ibagué como sede de los Juegos Nacionales de 2023, fue al mandatario local; aquí no se tuvo en cuenta al politiquero director de Indeportes, pese a que ellos querían esta presentes. Pero también a este tipo de representatividad se unen las relaciones diplomáticas y de organismos internacionales con los que ha logrado jalonar recursos para proyectos culturales y de desarrollo de Ibagué.

Ojalá esta sequía de verdaderos líderes con inteligencia y capacidad de asumir los retos del futuro pase pronto, y que el ágora de los Pijaos vuelva a renacer.   

 

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