Opinión

Mujeres a la hoguera

Mujeres a la hoguera

En 1487 se publicó el Malleus malleficarum o Martillo de las brujas, que no sólo se convirtió en el libro más leído de la época después de la Biblia  sino que fue la inspiración para las histéricas cazas de brujas que imperaron durante 200 años en Europa y llevaron a quemar vivas a cerca de dos millones de mujeres, aunque algunos autores afirman que la cifra llegó a seis millones.

Calificadas de criaturas inocentes y emocionables, el Malleus maleficarum afirma que la mujer es peligrosa por su sexualidad, que toda brujería proviene del apetito carnal que en las mujeres es insaciable, que ellas son más propensas a la malignidad y que son embusteras por naturaleza. En fin, todo un tratado de misoginia (odio a las mujeres) que se apoya en el antiguo y nuevo testamento, en Aristóteles, Agustín de Hipona y Tomas de Aquino. ¿El resultado? Mujeres a la hoguera.

Han pasado  más de 534 años desde su publicación, y en pleno 2021, los efectos del Martillo de las brujas aún se sienten en nuestra época. Quizá ya no las quememos vivas, pero las mujeres son violadas, golpeadas, asesinadas, discriminadas  y tratadas como seres inferiores. En Colombia son más del 51% de la población, y aún así, el estado sólo está obligado a ocupar con ellas el 30% de las vacantes. Pese a que según ONU Mujeres, las mujeres tienen una tasa más alta de educación, las dificultades para acceder a empleos son mucho mayores y sólo un 25% tienen condición de empleadores. La Encuesta Hogares del DANE de 2018 afirma que hay más mujeres que hombres en condición de pobreza. Nada raro en un país que sólo 66 años les permitió votar. Mujeres a la hoguera.

Las marchas del 8 de marzo en Ibagué son una protesta legítima en la que las mujeres le dicen a todo un país, basta. Esa debió haber sido la noticia. Pero no. Con nuestros periodistas inclinados a las notas judiciales, la noticia fueron los rayones en las paredes de la iglesia y en el Simón Bolívar de la plaza. Supongo que les da pereza comenzar a revisar cifras y hacer un amplio cubrimiento de la situación de las mujeres en el país en la ciudad y en el departamento… así que más fácil tomarle fotos a las vándalas, señalarlas y llevarlas a juicio. Leí con estupor cómo el párroco de la catedral Félix García Angarita afirmaba que las mujeres “estaban poseídas por un espíritu maligno”. Dije, seguramente por aquello de que son propensas a la malignidad, aunque debo aceptar que no se si el padre pensara en lo del insaciable apetito carnal. El resultado no podría ser otro: mujeres a la hoguera.

Los feminismos, porque hay muchos, son puestos en tela de juicio. Confieso que me es difícil aceptar algunos, especialmente en los que el hombre se convierte en enemigo natural y en los que hasta el comentario más tonto es motivo de discursos sempiternos acerca de esta miserable cultura patriarcal. Claro que es una cultura patriarcal y claro que es miserable, pero la reivindicación de derechos no puede ser una guerra contra el otro, sea hombre o mujer. Ninguna violencia es tolerable. Si alguna responsabilidad le cae a las mujeres que participaron en la marcha es la ceguera política: sus actos desviaron la mirada de una protesta necesaria.

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