Opinión

La ética para tiempos difíciles

La ética para tiempos difíciles

Por Juan Bautista Pasten G.


Sin duda, desde el origen del pensamiento analítico y discursivo, la reflexión ética y su aplicación moral en la diversidad de quehaceres humanos, ha constituido no solo un deseo sino una creciente necesidad, ya que los valores y los derechos esenciales, no pocas veces, son transgredidos, usurpados y aniquilados.

En efecto, en el transcurso de la historia, hemos podido examinar diversos periodos de obscurantismo, corrupción e injusticias, que han arrastrado a la humanidad a situaciones aflictivas, conflictos bélicos y podredumbre existencial. El ser humano ha caminado, muchas veces, al borde del abismo, empujado tanto por afanes individualistas como por sistemas políticos aniquiladores de la buena convivencia entre las personas.

Por lo pronto, en todas aquellas épocas, han surgido voces, palabras y acciones – en ocasiones pequeñas y en otras, fuertes y poderosas – que instan y motivan a proponer, a propiciar y crear formas de coexistencia valórica, ética y moral, donde ningún ser humano sea objeto de menosprecio ni sometimiento, donde cada persona sea considerada importante por el simple y, al mismo tiempo, trascendente hecho de existir, de vivir y de ser.

Grandes pensadores de todos los tiempos nos han mostrado el sendero a seguir, con el fin de incrementar crecientemente las condiciones de vida e interacciones humanas. Como dijimos anteriormente, necesitamos comunidades donde el ser humano tenga el sitial que le corresponde, lugares en que se construyan relaciones de equidad, solidaridad y libertad y donde, además, se cuide y proteja la naturaleza y la multiplicidad de seres que la habitan. Por lo pronto, el filósofo moderno Leibniz enunciaba esto con su noción de “armonía prestablecida”, es decir, la unidad real del Creador con las creaturas.

Como señalamos hace un momento, filósofos del nivel de Sócrates, Aristóteles, Séneca, Lao Tzu, Agustín, Confucio, Spinoza, Kant, Hegel, Sartre, Fromm, Lévinas y algunos más, nos han enseñado de los beneficios y las utilidades del examen ético y la aplicación moral. Todos ellos, indican la substancial importancia del conocimiento de los principios valóricos, que pueden liberar y redimir el género humano de la incertidumbre, la intolerancia y el caos que, lamentablemente, suelen afectarnos.

Ahora bien, en la actualidad, el mundo en su totalidad está convulsionado, los niveles de violencia irracional se observan en todos los sitios, la improbidad, la corrupción y la delincuencia es practicada en todos los estratos humanos, las injusticias, las opresiones y el egoísmo se practica por doquier. En efecto, ni las doctrinas políticas ni los sistemas económicos, como tampoco las doctrinas religiosas, han podido poner coto a tanta maldad en todas las esferas. La iniquidad – manifiesta y subrepticia – parece imponerse en el planeta.

No obstante, siempre hay una sublime instancia humana y, por qué no decirlo, universal, a la cual recurrir y apelar. Siempre existen y existirán personas valientes, sabias y consecuentes, capaces de alzar la voz y la palabra para anunciar la “buena nueva”, de concretar la ansiada verdad.  De igual modo, también hay seres dispuestos a recibir, enriquecer y expresar, con certeza y optimismo, que un Nuevo Mundo es posible, aquel que acoja, de buena manera, a todos los seres vivientes, sin excepción alguna.

Ciertamente, este será el mundo donde los grandes Valores no sean meras ilusiones ni lejanos ideales, sino realidades efectivas, sólidas y transparentes.

En consecuencia, es imprescindible ubicar a la ciencia de la Ética en lo alto del conocimiento, una Ética no sustentada en el convencionalismo ni las imposiciones externas, sino en la Educación Autónoma y creativa. Está es la reflexión valórica que necesitamos aquí y ahora, por tanto, es menester ponerla al alcance de todos los seres humanos, especialmente, de la niñez y la juventud.

¡La reflexión ética, amplia y profunda, junto a la práctica moral, coherente e ingeniosa, posibilitan la construcción de sociedades justas, buenas y pacíficas!

La ética es el conocimiento y la búsqueda de la verdad, la belleza y el bien”. Sócrates, filósofo griego, siglo V a.C.

“La consciencia es el mejor libro de moral que tenemos, al que se debe consultar con frecuencia”. B. Pascal, filósofo francés, siglo XVII.

Vive de tal modo que quieras seguir viviendo así, vivir eternamente así”. F. Nietzsche, filósofo alemán, siglo XIX

  • Docencia e investigación en filosofía

Universidad de Chile

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