Opinión

La educación habita en la consciencia

La educación habita en la consciencia

Por Juan Bautista Pasten G.


La Educación constituye - ¡debe constituir! -   el sustrato esencial del desarrollo y el crecimiento de los pueblos, las comunidades y los países. En efecto, quienes sostengan lo contrario o establezcan otras instancias humanas como prioridades, muy seguramente son personas que profitan de las paupérrimas condiciones de la vida de millones de seres humanos, así como de las injusticias sociales prevalecientes desde hace cientos de años en este planeta.

Ahora bien, cuando escribimos acerca de auténtica Educación, lo hacemos pensando y propiciando los siguientes aspectos fundamentales:

  1. Accesibilidad al conocimiento a la gran mayoría de las personas, permitiéndoles descubrir capacidades personales, íntimas, insertas en nuestra alma (consciencia) desde que nacemos, las cuales son necesarias de desocultar y develar. Es lo que hemos denominado creciente Autoconocimiento, vale decir, compresión amplia y profunda de uno mismo (a)
  2.  Una educación como la expresada, no se centra en la repetición de la información recibida desde el exterior ni tampoco en reproducir lo conocido (a través de la educación formal y establecida). Ciertamente, la educación verdadera desecha el carácter meramente instructivo, mecánico y rutinario. En consecuencia, se abren y allanan espacios hacia la investigación, el análisis y la reflexión crítico-objetiva del saber vigente.
  3. Un trabajo educativo interdisciplinario e integral, que implique el constante descubrimiento y fortalecimiento de las personas en todos los ámbitos, o sea, en lo fisiológico, lo emocional, mental, intelectual, valórico y espiritual.
  4. Una educación donde lo axiológico, lo valórico tenga una función primordial, es decir, donde disciplinas filosóficas, como la Estética y la Ética, sean impartidas desde la primera infancia y permanezcan en los cursos superiores (incluso en universidades e institutos). La educación valórica posibilita la formación de ciudadanos capaces de convivir adecuadamente entre sí y que, además, tengan la suficiente idoneidad para construir comunidades sólidas y justas.

Esta educación integral permite una adecuada interacción entre los educadores y los estudiantes, en la cual la dialéctica enseñanza/aprendizaje crece y profundiza de manera substancial, permitiendo que los métodos y objetivos cognitivos y valóricos estén al alcance de todos los seres humanos.

Por lo pronto, hablar de Educación Verdadera no consiste en una simple utopía ni en un anhelo insostenible. Por el contrario, es una realidad basada en las raíces mismas de la educación. Efectivamente, podemos constatarlo y examinarlo en conceptos filosóficos y grecolatinos que entregan mayores luces para la comprensión de la presente columna.

En efecto, en la originaria filosofía griega, Platón, por medio de su maestro Sócrates, introduce la noción de “mayéutica” - sin traducción a idiomas modernos - para aproximar a una característica esencial de la educación. La mayéutica, por cierto, es la labor que realiza la partera (obstetra en la actualidad), cuyo trabajo consiste en ayudar, colaborar en el difícil y hermoso trabajo de parir, de “dar a luz” un nuevo ser humano.

Pues bien, la tarea del Educador es asimilable a la de la obstetra, ya que éste – mediante el diálogo, o sea, una dinámica de preguntas y respuestas - permite “dar a luz” nuevos conocimientos y verdades que residen en el alma de los educandos (y de toda persona). Son verdades “olvidadas” que es menester recordar, traer al presente y aplicar a la existencia cotidiana.

Por otra parte, el término educación (enseñanza y desarrollo de las facultades intelectuales y morales) proviene del latín “educere”, que significa “extraer lo que está en la mente” de las personas, además de exportar y guiar en ese proceso cognoscitivo. En consecuencia, la definición etimológica de educación es “la labor que posibilita sacar el conocimiento que reposa en nuestro interior”, ya sea en la mente, el corazón, el alma y la consciencia.

Entonces, en ambos casos mencionados (“educere” y “mayéutica”), la educación no consiste en un mero recibir e internalizar la información y el conocimiento ajeno, foráneo. Por el contrario, la Verdadera Educación tiene, como objetivo primordial, el creciente florecimiento de la semilla del saber, alojada en el interior de todos los seres humanos.

En síntesis, necesitamos recuperar el verdadero sentido y finalidad de la Educación: ser capaces de irnos formando – con la mediación imprescindible de maestros y docentes - como seres potentes, inteligentes, valerosos, justos y solidarios, como todo aquello que constituye la esencia de cada uno de nosotros.

Estamos en condiciones de concluir que esta es la Educación auténticamente integradora e inclusiva, la que formará hombres y mujeres protagonistas del Nuevo Mundo, donde todos y todas tendrán lugar, tiempo y disponibilidad.

“La educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo”. Nelson Mandela, líder y gobernante sudafricano, siglo 20.

Educar es dar al hombre las llaves del mundo, que son la independencia y el amor y prepararle las fuerzas para que lo recorra, con el paso alegre de los hombres libres y conscientes”. José Martí, poeta y político cubano, siglo 19.

La educación permite al hombre superar el sentido común, es decir, transitar de la realidad sensible a la realidad inteligible, de lo aparente a lo verdadero”. Platón, filósofo, siglo IV a.C.

  • Docencia e investigación en filosofía

Universidad de Chile

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