Opinión

Independencia vs Autonomía

Independencia vs Autonomía

Por Juan Bautista Pasten G.


 El presente es un tema que no solo nos parece interesante de dilucidar en términos filosóficos e intelectuales, sino que, además, intenta aportar elementos que permitan descubrir la potencialidad creativa habida en todos los seres humanos. Esa potencialidad y energía que insta a ser los forjadores de nuestro destino y no, meramente, optar por unas u otras de las propuestas ideológicas, históricas y/o políticas existentes hasta hoy.

Por lo pronto, el concepto “independencia” es bastante, atractivo para el común de las personas, es llamativo e, incluso, altisonante. En efecto, hablar, escribir e inducir a asumir acciones de “independencia”, en todos los ámbitos sociales, aparece como una instancia no solo deseable, sino necesaria para todos; por ejemplo, para los ciudadanos, los habitantes y los integrantes de cualquier país, nación, organización o institución que ejerza medidas opresivas y restrictivas de los derechos y libertades fundamentales.

Efectivamente, ninguna persona o, muy pocas, podrían desligarse o desentenderse de tan loable posibilidad liberadora, ya que las ansias de libertad son consubstanciales a la condición humana, a la de todo ser humano, de cualquier tiempo y lugar.

Sin embargo, los afanes de “independencia” suelen desembocar en otras formas de dependencia y sometimiento de todo tipo, tanto manifiesta como solapada, para ello, basta con leer y examinar la historia de la humanidad para percibir y comprobar esta penosa realidad.

Ahora bien, ¿por qué acontece lo señalado?, ¿por qué los afanes independentistas suelen culminar en nuevos modos de condicionamiento? A nuestro juicio, se debe a la tendencia a decidir entre instancias ya experimentadas en otros sitios. En otras palabras, es liberarse de una situación incómoda para elegir otra ya conocida, aunque no necesariamente vivenciada de modo directo. Las repeticiones, por lo general, no resultan del todo auspiciosas ni beneficiosas para el común de las personas.

Para nosotros, la ambivalencia y ambigüedad de la “independencia”, radica en dos aspectos primordiales, pertinentes de ser analizados:

  1. El desconocimiento profundo del concepto. En efecto, el anhelo de independencia debe estar acompañado, de manera imprescindible, de una adecuada comprensión efectiva de las causas y objetivos de la misma, que incluye la diversidad de posibilidades y consecuencias inherentes.  Siempre podemos aplicar de mejor manera aquello que conocemos y comprendemos; por cierto, esto es factible mediante una constante y creciente educación integral.
  2.  Bastante ligado a lo anterior, está la posibilidad cierta de confundir los términos “independencia” y “autonomía”. Un ser independiente lo es dentro de los márgenes establecidos, por tanto, somos independientes respecto de otras instancias habidas. La independencia no implica tener y desarrollar plenamente nuestras habilidades, idoneidades y potencialidades personales y, en alguna medida, “propias”, es decir, que surjan y sean proyectadas desde nosotros mismos. La autonomía conlleva idear, actuar y avizorar realidades desde la interioridad reflexiva de cada uno.

  Hemos llegado al punto esencial de esta columna, o sea, indicar – palmaria y distintamente – las diferencias filosóficas (cognitivas) y, por, sobre todo, prácticas, de ambos términos.

Ya hemos señalado los factores básicos de la independencia. Procedemos, ahora, a definir y clarificar el concepto y el espacio de aplicación de la autonomía.

Por lo pronto, como hemos expresado en columnas anteriores, la etimología de la palabra “autonomía”, deriva de nociones latinas y griegas (auto: uno mismo, y nomía, nomos: ley, norma). Resultante de esto, podemos señalar lo siguiente: la Autonomía es la capacidad – de toda persona – para tomar decisiones propias, en base al razonamiento amplio y profundo, junto al conocimiento valórico, lo que posibilita avanzar a niveles elevados y crecientes de Consciencia.

A diferencia de la independencia, la autonomía implica el desarrollo y crecimiento de los seres humanos, no simplemente adaptarse a lo establecido. Los seres autónomos, entonces, son quienes han alcanzado la aptitud íntegra – emocional, mental, cognoscitiva y moral – para decidir por sí mismos su presente y su futuro. La autonomía dota de conocimiento, determinación, claridad y efectividad para la construcción del destino personal y social.

Por consiguiente, estamos, ahora, en condiciones de discernir, con certeza amplia, lo que distingue a las personas que abogan por la independencia respecto de las personas que, con ingenio, creatividad y decisión, edifican el mundo solidario, justo, probo y consciente que todos queremos y necesitamos.

No vivamos ni actuemos adoptando ni tomando posiciones y realidades ya concretadas (aunque nos parezcan adecuadas), sino que, asumamos realmente la labor para la cual fuimos creados, vale decir, constituirnos en seres plenos, realizados y autónomos. La Autonomía permite, realmente, Ser uno mismo (a), consolidando nuestra auténtica identidad, colaborando, al mismo tiempo, con quienes aún no lo han logrado.

 Este es el mundo verdadero del que nos hablan y siguen hablando los sabios de todos los tiempos.

Espiritualidad individual, voluntad autónoma e inteligencia elevada es lo requiere el mundo”. F. Nietzsche, filósofo alemán, siglo XIX.

Es tiempo de pensar, de expresar y de concretar lo que el mundo necesita”. José Antúnez, pensador latinoamericano, siglo XX.

  • Docencia e investigación en filosofía

Universidad de Chile

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