Opinión

El palo no está pa’ cucharas

El palo no está pa’ cucharas

Por considerarlo de interés para el debate ideológico que se libra en el Pacto Histórico y en las bases liberales frente a la próxima campaña electoral, transcribimos el artículo escrito por el dirigente Liberal ibaguereño César Picón, en el diario El Nuevo Día, sobre el sectarismo y dogmatismo que mueven algunos sectores del petrismo en la Colombia Humana. 

Sin más preámbulos esta la nota:  “Si en el Partido Liberal se hiciera la misma encuesta del Verde los resultados serían muy similares: las mayorías rojas respaldarían a Petro, incluso, probablemente apoyarían forjar una alianza con el Pacto Histórico desde primera vuelta. No hacen ningún sondeo porque al director único del Partido le interesa seguir “cañando” con un electorado que no le pertenece, que no se ve representado en la institucionalidad ni piensa seguir sus directrices, y que ante la desconfianza que genera César Gaviria preferirá enrumbarse por el camino que promete reivindicar las luchas populares que han caracterizado al liberalismo.

Esos, algunos apasionados petristas no lo entienden. Ven como amenaza todo lo que venga desde fuera de las entrañas de la Colombia Humana y más si proviene de partidos políticos tradicionales, como el Liberal. Algunos furibundos, cual jueces o sacerdotes, dicen estar “dispuestos a admitir” a los de afuera bajo la penitencia de que lleguen sumisos ante los “pura sangre” de grupos o movimientos que desde siempre han estado al lado de Petro.

No entienden la marcada diferencia entre unas elites mañosas del Partido que negocian sus apoyos bajo intereses particulares y que hasta razón tienen para rechazarlas, y la militancia liberal libre que entiende el momento histórico que vive el país y esta dispuesta a dar la lucha por los cambios y transformaciones reales que vienen con la propuesta de Petro.

Deben considerar que las fuerza pura petrista (algunos se consideran eso: puros) no es suficiente para ganar el poder, menos cuando las oligarquías se unirán para tratar de impedirlo. Los refuerzos vendrán desde la juventud agobiada por la pobreza y el desempleo que reclama futuro y desde otras orillas políticas que coinciden en que es hora de iniciar cambios profundos. Darles una buena bienvenida es mucho mejor que pretender iniciarles juicios de valor. 

Construir un país distinto pasa por el hecho de reconocernos y entendernos en medio de la diversidad de ideologías, comportamientos, creencias y formas de ver el mundo. La unanimidad en cuanto a visiones y posiciones socava el pluralismo y echa por la borda la profundización de la democracia que, ciertamente, es uno de los fines mismos de un gobierno de estirpe popular. Una barrera insalvable entre “ellos” y “nosotros” solo creará desigualdades, desencuentros y conflictos futuros, al generar exclusión y estigmatización: no se debe propiciar una nueva versión del “baile de los que sobran”.

Aceptar nuestra y vuestra humanidad, las virtudes y defectos que nos caracterizan, las incoherencias que nos arropan y que nos ayudan a sobrevivir en este mundo medio loco, las diferencias que son las que propician el debate y los consensos, las motivaciones personales que son tan complejas y diversas, son cuestiones necesarias para superar lo accesorio y lo de forma y llegar a ese deseado “acuerdo sobre lo fundamental”.

El “palo no esta pa cucharas”. Hay suficientes rivales a vencer (poderosos y apoyados por el establecimiento) como para andar en confrontaciones insulsas sobre el origen y la pureza de quienes se animan a apoyar la causa de Petro Presidente. Salvando excepciones razonables que puedan darse habrá que, con entusiasmo, subir al barco a los demócratas que hayan tomado la decisión de unirse a un pacto por una Colombia distinta. 
¡Ustedes pueden! ¡Colombia puede!

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