Opinión
El juicio a don Andrés y a los monumentos de Ibagué
Por: Víctor Sánchez
El bochornoso suceso nos hace mirar para atrás y escuchar las razones de los jóvenes que lideran el paro nacional y al movimiento indígena que viene tumbando estatuas desde hace varios meses en todo el país.
Varias personas de bien, o de bienes, han rechazado la manera salvaje como los ‘vándalos’ del paro, lo arrancaron de su pedestal y lo arrastraron sin compasión hasta los predios de la Universidad del Tolima, deshonrando su memoria e irrespetando al escultor del monumento Enrique Saldaña.
El hecho de destruir e irrespetar las obras y la falta de garantías para ejercer las actividades de los artistas y cultores de Ibagué, merece un juicio público y lo expresa en un comunicado el Consejo Municipal de Cultura, el viernes 28 de mayo pasado, preciso, el día en que arrancaron la cabeza del fundador de Ibagué.
Cuando las personas somos agredidas, la primera reacción que experimentamos es la venganza y ella nos iguala a quién nos ultraja, y al mirar la historia más reciente, resulta que los monumentos y obras de otros artistas también han sido vandalizadas, sin juicios públicos y sin el reclamo ni el repudio de los historiadores ni de las fuerzas cívicas y gremiales de la ciudad.
Cuántas personas recuerdan el Monumento a la Música, la obra del ingeniero, dirigente gremial y reconocido artista plástico tolimense, Fernando Devis, destruida en el mandato del alcalde Jesús María Botero, para construir el distribuidor vial y el puente de la carrera Quinta con calle 83. Lo tumbaron y los despojos de mármol y las tubas de bronce están desaparecidas desde hace más de nueve años, nadie los reclama y menos dan razón de ellos.
Un hermoso mural del maestro samario, Ricardo Angulo Díaz Granados, que recordaba nuestras raíces, instalado en el auditorio de sesiones de la antigua Asamblea del Tolima, fue destrozado sin misericordia, para construir el actual Centro de Convenciones en el edificio de la Gobernación, en el mandato del mejor administrador público que ha tenido Ibagué y el Tolima, don Francisco José Peñaloza Castro. De la entrada de ese mismo lugar, mandaron arrancar una placa con el poema “Camino de la Patria ” de Carlos Castro Saavedra, sin razones ni duelo.
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De igual manera, no hubo llanto ni expresiones de dolor, ni de rechazo, cuando en la casa de la calle 9 entre carreras tercera y cuarta, donde funcionó por varios años la corporación Darío Echandía, un centro cultural de exposiciones, reuniones políticas y sociales, fue forrado y tapado para el público, el mural del maestro Mario Lafont, titulado “Eros y Tánatos ”. Los actuales propietarios del predio no responden.
Salta a la vista de todos y es muy bien recibido, en el sector cultural, el mantenimiento que le han dado en días recientes al monumento a La Bambuquera de la escultora María Victoria Bonilla y el mural en alto relieve “Sonata “ del artista Pedro Cabrera, ubicados en significativos espacios públicos de Ibagué.
Sin embargo, otros murales y obras de arte público, reclaman de las entidades culturales y de la responsabilidad social empresarial, recursos y acciones para su respeto, restauración y digna exposición.
Los murales del Centro Comercial Combeima, localizados uno, en el antiguo restaurante Punto Rojo y otro a la entrada por la carrera 2ª. de Edilberto Calderón, los murales cerámicos de Arkacentro que realizó también en compañía del pintor Manuel León Cuartas, el mural en el edificio donde funcionó el Café Grano de Oro, obra del artista Alberto Soto Jiménez; en fin obras artísticas que son patrimonio cultural, y merecen más que un inventario.
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Son obras de arte público a las que se les debe brindar cuidado, respeto y aprecio, para que no se deterioren o desaparezcan como tantas otras en lugares privados y públicos de donde se han perdido murales y esculturas, entre ellos el INEM, el colegio San Simón y las obras de estudiantes y maestros de la clausurada escuela de Bellas Artes en la Universidad del Tolima.
El movimiento social en Paro Nacional, nos hace reflexionar, así sea a las malas. Al mismo tiempo que sufrimos las incomodidades de los trancones, que nos impide salir a comprar, ir al banco, a la oficina o a la finca, hay muchas cosas de nuestro contrato social que deben ser transformadas porque incomodan y dañan las relaciones con nuestros vecinos, con quienes habitamos y compartimos la calle, el parque o el andén .
Podemos imaginar con las muchachas y muchachos que hoy protestan, que son como nuestros hijos o nietos; imágenes portadoras de propósitos trascendentes, ideas movilizadoras capaces de impartir otros rumbos para canalizar acciones y energías que mejoren la convivencia y hagan más amable y grato el entorno urbano.
Las recomendaciones de la Comisión de la Verdad, creada luego de los Acuerdos de Paz, podrían ser adoptadas en este caso, porque al igual que las víctimas del conflicto armado, debemos llamar al esclarecimiento de los hechos, con justicia, y la garantía de reparación y no repetición contra las creaciones de los cultores y artistas de la ciudad, que casi siempre callan, pero ahí están.
* gestor cultural.
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