Opinión

Camilo, el memorioso

Camilo, el memorioso

Camilo pasó la vida escudriñando nuestra historia sumergido entre fotografías, archivos y recuerdos. La reconstruyó con rigurosidad en sus textos académicos, y con ternura, imaginación y poesía en sus textos literarios. Fue un periodista, un historiador, un escritor. Un amante de la palabra que buscaba, sin alardes ni grandes pretensiones, desarroparnos del olvido. Murió Camilo y con él, buena parte de nuestra memoria.

En 1998 publicó Reportaje a la Universidad, la historia de la Universidad del Tolima y Breviario del periodismo tolimense; en 2006, Una historia del deportes Tolima 1955-2005; y en 2007, Historia del periodismo del Tolima, que apareció en el Manual de historia de Pijao Editores. Sin embargo, para Camilo no era suficiente navegar los ríos de la historia oficial. Entendió que sólo nos reencontramos en los recuerdos colectivos donde se confunden el tiempo y las voces de quienes han sido ignorados, y emprendió un viaje hacia el corazón mismo de la memoria a través de su Quinteto de Ibagué, en el que reunió cinco libros: Inquilinos del novecientos, (1900-1920) Contarle al olvido (1920-1940), Los exiliados no izan las banderas (1940-1960), La primavera de los inocentes (1960-1980) y Las trampas del horror (1980-2000). Fue su gran obra. Allí se confundieron todas sus pasiones: la historia, la crónica, la ciudad.

Camilo se estrenó como cuentista en 1980, cuando Pijao Editores publicara Una canción sin ternura, un libro en el que la tristeza, las migraciones y la desesperanza de personajes humildes que llegan a la ciudad aparecen desperdigadas en sus nueve cuentos. En 1997, publicó El país de Pedro Bronco (Pijao Editores, 1997), novela narra la historia de un personaje que presencia un diluvio de pájaros que invade la tierra durante cuarenta días y cuarenta noches, en 2004, el libro de cuentos, El rostro de Afrodita y en 2017, La muerte es un largo olvido, un libro de relatos entre la ficción y la historia en el que aparece la Guerra de los mil días, la violencia de los años 50 y, por supuesto, Ibagué.

Creó revistas, fue fundador de la Unión Nacional de Escritores, del taller literario El Mohán, miembro de la Academia de Historia del Tolima, y al final de sus días, ciego, seguía dictándole sus textos a Idaly de quien decía, le corregía incluso en sus sueños y pensamientos. Murió Camilo y con él, una parte de nosotros mismos. Que su recuerdo ilumine estos tiempos oscuros.

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