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Piedras en el camino y las lágrimas de Bulira

Piedras en el camino y las lágrimas de Bulira

Por Víctor Sánchez. Gestor Cultural. |


Un reciente fallo del máximo Tribunal de Justicia del departamento del Tolima nos hace evocar a una comunidad y a las mujeres de un pueblo, que por primera vez figura en el registro universal de las noticias, no por una de las tantas masacres de las mil guerras padecidas en el Tolima, sino por ser artífices de una victoria del movimiento ambiental en Colombia frente a una multinacional minera: La Consulta Popular de Piedras del 28 de julio del 2013.

Este municipio, relativamente sano y pacífico, aparece en los registros noticiosos  por las ostras de agua dulce de un  río legendario que riega estas productivas tierras ganaderas y arroceras del valle del  Magdalena.

Cuando comenzaron las invitaciones a las reuniones convocadas por la avanzada de la multinacional del oro Anglogold Ashanti al mando de una risueña paisa que  visitaba las veredas hablando de las bondades de empleo, prosperidad y riqueza para las familias campesinas de las veredas, las nietas de Bulira, maliciosas como siempre, no esperaron que nadie les diera órdenes  para comenzar de finca en finca a llamar a la desobediencia, desde  la llegada de las primeras camionetas cuatro por cuatro con personal técnico que  realizaba estudios en los terrenos del predio La Perdiz en la vereda Camao, donde pensaban instalar una enorme  piscina para lavar las rocas extraídas de las montañas de la Colosa en Cajamarca, para sacar el oro y enterrar los  residuos contaminados  en las fértiles mesetas del plan del Tolima.

Más de ochenta mujeres piedrunas movilizaron a la comunidad desde finales del 2012, sabotearon las reuniones de la empresa, instalaron pancartas con mensajes rechazando la minería, se atravesaron a los arrendatarios de predios y de bodegas en el centro poblado de Doima, convocaron  una marcha festiva por todo el pueblo,  desde la vereda Campoalegre   un domingo  de diciembre  por la mañana, se organizaron y luego con el apoyo del niño Dios, en los primeros días de enero del siguiente año, se plantaron en turnos  día y noche a la entrada del pueblo trancando la entrada de los carros con personal de Anglogold.

Recuerdo al hoy General Murillo, comandante de la Policía, desde el puente del río Opia, dirigiendo al grupo de carabineros  que  llegó de sorpresa a desalojar a las personas con su caballería, a atropellar y  destruir las barricadas, a apagar el fogón y  a regar las ollas del sancocho  y de la limonada, recolectadas y organizadas por el comité  del plantón, que sin embargo mantuvo la protesta por más de seis meses hasta el día glorioso de la Consulta Popular, convocada por el Alcalde y el Concejo Municipal de Piedras, gracias a esta presión y a la movilización en defensa del agua y de su territorio, liderada por campesinos, campesinas y finqueros que  “ la metieron toda “ , para manifestarse por medio de este mecanismo legal de decisión y participación  democrática contenido en la Constitución Nacional de 1991.

Muchas personas no comprendemos la decisión del alto Tribunal del Tolima: Una comunidad  hace uso de  un mecanismo democrático, soportado legalmente en una  nueva Constitución,  que está cumpliendo treinta años de ser expedida, fruto de los acuerdos de paz con  cuatro grupos armados  que con acciones  violentas manifestaban en las zonas rurales y urbanas  del país, su inconformidad con el Estado; se propone una Consulta Popular, se surten todas las instancias legales, se llama a elecciones a la comunidad, la Registraduría General de la Nación cuenta los votos, se aprueba por una amplia mayoría  el NO  estar de acuerdo con que exista en el territorio explotaciones mineras que contaminen las aguas, los suelos y hasta los cielos;  y ahora por una demanda de nulidad  interpuesta por los abogados de las empresas con intereses en  explotación minera y petrolera con el apoyo de las entidades del Gobierno Nacional; según este fallo, le resta importancia y no se tiene para nada en cuenta  una decisión de los habitantes del municipio que desean preservar sus aguas, su fauna, su flora y su vocación agropecuaria, mediante una acción no violenta contenida en las normas jurídicas  del país.

Según la leyenda indígena, las lágrimas de la cacica  Bulira derramadas por la tristeza de su amante asesinado, se convirtieron en  ostras  y esos frutos  maravillosos del río Opia, vuelven a estar amenazados, no solo por los proyectos extractivos, sino lamentablemente desde su nacimiento, en un humedal  cerca del barrio Villa Café de Ibagué, y en su recorrido el pobre río recibe las aguas grises, negras y rojas de varias alcantarillas y vertederos, tanto de la llamada zona industrial como de los nuevos proyectos de “desarrollo urbano” de la ciudad.

La gente del pueblo y los propietarios de fincas y haciendas de la zona, no se oponen por capricho. Conocen y padecen la tragedia histórica de la explotación minera y de hidrocarburos en Colombia, los impactos de estas empresas en las zonas son amargos, los municipios con tradición de explotación de la industria minera o petrolera registran los peores y más bajos índices del llamado desarrollo humano. Las obras de infraestructura no aparecen, los colegios y escuelas a veces las pintan con los recursos de regalías, no hay puestos de salud adecuados y las vías son caminos de herradura carreteables, el empleo que brindan es precario, la inseguridad abunda y la vagabundería resuena en las cantinas. En fin : “Pueblos de minas pueblos de ruinas “

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