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La salud mental en el Tolima, un juego de azar peligroso

La salud mental en el Tolima, un juego de azar peligroso

Los medios de comunicación se encargan de informar a la comunidad sobre el caos de la salud mental de los tolimenses, pero pareciera que se ha convertido tan familiar y cotidiano leer sobre suicidios, intentos de suicidio y autolesiones que solo es una noticia más, casi como leer una receta de pan, las tendencias de moda o el último video juego del mercado.

Así como la población se ha acostumbrado a este tipo de noticias, también se han habituado al inconsistente manejo que las autoridades correspondientes le dan a estos hechos.

Durante el 2020 para el mes de septiembre 71 personas se habían suicidado en el Tolima, de los cuales 32 fueron en Ibagué. Los principales factores son los conflictos de pareja, los problemas económicos y escolares, el maltrato físico, psicológico y sexual, trastornos depresivos o afectivos y el abuso de sustancias psicoactivas.

Hubo 760 intentos de suicidio en este mismo año en el departamento, Ibagué  con 343 casos, El Espinal con 42, seguidos de Mariquita y Cajamarca con 24 casos. Cifras que son más que números, ¡son vidas humanas! Personas que por circunstancias externas o procesos psicológicos internos no ven otra salida más que atentar contra su integridad física.

“¿Se están realizando campañas de prevención o simplemente se están publicando portadas del terror en los portales de información con títulos amarillistas que solo promueven el morbo en la población?”.

Ahora cabe preguntarse ¿por qué en vez de disminuir las cifras de suicidio y autolesión, incrementan abruptamente? Es necesario averiguar qué acciones está tomando el gobierno departamental y municipal para dar un adecuado tratamiento a la población, ¿se están realizando campañas de prevención o simplemente se están publicando portadas del terror en los portales de información con títulos amarillistas que solo promueven el morbo en la población? 

Un tema que ha sido controversial en la ciudad de Ibagué ha sido el del popular  “puente de la vida”, viaducto que han usado los Ibaguereños para saltar al vacío, controversial por el hecho de que han sido tantos los intentos y los suicidios consumados que muchos ciudadanos cuestionan la efectividad de las autoridades y los profesionales en salud mental.

Si bien es cierto que la comunidad no ha sentido que se haya hecho algo al respecto, la sensación de incertidumbre y poca credulidad crece con los casos y se expone en los medios de comunicación.

Es visible en la alcaldía de Andrés Hurtado y la Secretaría de Salud de Johana Aranda la poca coordinación y diligencia frente a tan grande problemática social, estamos hablando de un asunto de salud pública, no de una simple manifestación de la desesperación; se habla de mala gestión cuando se conoce que la principal alternativa de las entidades de salud es organizar una misa para pedir por la salud de los jóvenes y evitar más suicidios, cuando las únicas palabras que puede escuchar o leer una persona mediante las plataformas de servicio al cliente son “debemos pedirle a Dios para que esto no siga sucediendo”.

Sin llegar a estigmatizar las creencias y el acto de orar, lo más sensato en estos casos es tener un buen respaldo de un equipo médico y psicoterapéutico, que más allá de tratar a quienes hayan intentado acabar con su vida, puedan prevenir el desarrollo de conductas que detonen en el agravio, sin embargo, así como alarman las cifras de suicidio, alarman también las cifras de profesionales de la salud mental desempleados.

 ¿Quiénes están atendiendo estas emergencias? ¿Acaso se estarán ahorrando recursos económicos en contratación y otras personas sin formación estarán al tanto de tan grande responsabilidad? Orar está bien y depositar la fe en nuestras creencias es beneficioso, pero no olvidemos que la salud mental no es un juego de azahar para dejarlo en manos de quienes no tienen la formación necesaria.

 

*Psicóloga.
Mag. Criminología, delincuencia y victimología.  
@_cultivandomentes

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