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El almacenista de la barbarie

El almacenista de la barbarie

“y aquella perrilla, sí !!!!cosa es de volverse loco, . no pudo coger tampoco, al maldito jabalí". José Manuel Marroquín (1828/1908).

El caso del sargento V.1º-. Luis Mariano Sáenz es algo inefable que se constituye en una difusa parodia o sainete a las que se enredan otros aspectos de tiempo, modo y lugar que, de no ser considerados, creeríamos que el mundo es más loco de lo que está.

Todo gira alrededor de las actividades delictivas del Almacenista General de la División de Policía del Tolima. Pero resulta que el denominado “almacén” era una dependencia administrativa de la Gobernación del Tolima, por la simple razón que la Policía para esa época era departamental


FOTO: Izquierda Desquite, centro: Sangrenegra y derecha: Tarzán.

LAS POLICÍAS DEPARTAMENTALES:

Para la década de los años 1.950 las Policías venían siendo, departamentales, dependientes totalmente de cada gobernación y al ser los elementos de propiedad del departamento era obvio que los almacenistas eran designados libremente por el respectivo gobernador.

Es para esta época cuando es nombrado como almacenista de la “Policía del Tolima” el Sargento V1º (Retirado) del Ejercito Luis Mariano Sáenz y a su cuidado y responsabilidad quedan todos los elementos para el funcionamiento de esa “Policía Departamental" (Armamento – vestuario – equipos – radios – vehículos -etc.).

La Policía Nacional: En el gobierno del General Gustavo Rojas Pinilla (1953) se toma la determinación de nacionalizar todas las policías departamentales y en forma unificada pasan a integrar las “Fuerzas Armadas” (Ejército, Armada , Aviación y Policía).

La Policía Nacional dependiente del Ministerio de Guerra, se reorganiza con mandos propios y formados profesionalmente en la Escuela de Cadetes de Policía General Santander. El paso del cuerpo de Agentes Departamentales a la Policía Nacional, fue un proceso lento de capacitación, sin inconvenientes en la parte contractual, ya que prácticamente fue un cambio de la nómina departamental por una nómina pagada por la nación. Pero quedaban algunos aspectos fiscales y administrativos que requerían un manejo específico como eran los inmuebles, vehículos, armamento, equipos, vestuario, etc. que siendo propiedad del departamento pasaban al servicio y cuidado de la nación. Y este fue el caso del almacén de armamento de la Policía departamental del Tolima, para quienes las armas eran un elemento más.

¿Quién era en apariencia Luis Mariano Sáenz? Un hombre tranquilo, de trato cordial y muy respetuoso, amigo de todo mundo y siempre dispuesto ayudar y hacer favores.

-Mi sargento: se me dañaron las botas.

-No se preocupe se las cambio por unas nuevas.

Mi Sargento: se me perdió una munición.

-Tranquilo tome estas vainillas y de las de baja.

-Mi sargento: tengo el niño enfermo.

-Tome compre un remedio...

Fue tal la confianza que el almacenista Sáenz logro ganar, que en más de 10 años la Contraloría Departamental, jamás consideró necesario practicarle una visita de interventoría. De manera ladina, el mismo Sáenz denuncia el robo de unas prendas del almacén, todas las sospechas recaen en un ayudante y a nadie le pasa por la mente que el amable almacenista pueda estar involucrado. Además, se mostraba como experto conocedor de las carreras de caballos, que tenían un concurso de apuestas a ganadores llamado "El 5 y 6” del que frecuentemente Sáenz se decía ganador. Para ratificar esta percepción, invitaba ya fuera al Capellán, al Médico , al Comandante o a cualquiera que fuera conocido, a sellar un 5 y 6 en compañía, si el invitado decía no contar con dinero, Sáenz se ofrecía a prestarle los dos o tres pesos de la mitad del formulario, condición lógica era que el formulario fuera llenado por el experto o sea por Sáenz.

El lunes llegaba muy sonriente y le comunicaba con mucha ostentación: Cogimos 5 caballos y nos ganamos cincuenta pesos, te corresponden veinticinco pesos, menos dos que te preste y le entregaba veintitrés pesos. El ocasional socio quedaba encantado y se convertía en testigo y promotor de la generosidad y sobresalientes conocimientos hípicos de Sáenz. Las primeras sospechas: En Bogotá se encontraron en un taller de mecánica, escondidas unas carabinas San Cristóbal (Cristóbal kiraly punto 30), un arma de doble acción: tiro a tiro o en ráfaga que la hacía muy apetecida por los bandoleros.

En un principio se pensó que pertenecían a la dotación de algunos Policías asesinados, pero al cotejar la numeración se encontró que figuraban en el inventario del almacén del Tolima, esto despertó sospechas y la Dirección de la Policía Nacional, ordenó una inmediata investigación. Fue comisionado el Capitán Rodolfo Villamizar, quien se traslada a Ibagué y pretende hacer una sorpresiva inspección al almacén de armamento, pero se encuentra con la circunstancia que “el almacén” no pertenece a la Policía, es una dependencia de la gobernación. No obstante, el Almacenista Sáenz se muestra muy sorprendido y en un aparente gesto de colaboración accede, que el almacén sea sellado y exige que la puerta se asegure con dos candados una llave en poder del almacenista y la otra llave en poder del Capitán Villamizar.

Es un sábado y el almacenista Sáenz Londoño se retira acompañado del ayudante del almacén Desiderio Pedreros Triviño, quien también hacía de conductor y hombre de confianza de Sáenz. El lunes a primera hora llega el sargento Sáenz quien con su acostumbrada amabilidad invita al capitán Villamizar a tomar un tinto mientras esperan la llegada del ayudante del almacén Desiderio Pedreros a quien Sáenz supuestamente le había dejado la llave. Pasa el tiempo y Sáenz se muestra molesto por el incumplimiento de su ayudante y sugiere que una patrulla vaya a buscarlo a su casa, al llegar la esposa muy alarmada manifiesta que Desiderio Pedreros desde el sábado no había llegado…Jamás se volvió a saber de Desiderio Pedreros Triviño.

Se acuerda romper el candado y vaya sorpresa el archivador que contenía la documentación del almacén está desocupado. Sáenz, orienta todas las sospechas sobre el desaparecido Pedreros. Cuando el capitán Villamizar pretende tomarle un testimonio, el almacenista Sáenz en forma muy cordial le manifiesta: que lamenta no poder atender al señor capitán, por la razón legal que él como almacenista no forma parte de la Policía Nacional y solo puede ser requerido por la Gobernación o por la Contraloría del Tolima.

SI, PERO NO.

El Sargento Sáenz Londoño es Suboficial ® del Ejército, pero labora en la Policía Departamental. Es el Almacenista de la Policía Departamental, pero el almacén no pertenece a la Policía, es una dependencia de la Gobernación del Tolima.

En 1.953 las Policías Departamentales dejaron de existir y pasaron a formar parte de la Fuerzas de Policía, hoy Policía Nacional, pero los activos y bienes continuaban siendo propiedad del Departamento. Para que el almacén de armamento pasara a control y manejo de la Policía Nacional era fundamental realizar un inventario, pero el almacenista Sáenz, por ser funcionario de la gobernación, evadía el hacerlo. El llamado almacén de armamento, exclusivamente no lo era, se trataba de un almacén general o de intendencia que tenía a su control todo tipo de elementos. Cuando se comprobó que había un faltante se da inicio a la investigación pertinente, pero no se puede establecer el robo del armamento por carecer del inventario.

Con anterioridad un Juzgado Penal de Ibagué había condenado a Luis Mariano Sáenz, por una infracción menor y se le había fijado la “Ciudad por Cárcel”. Es así como esta sanción termina por ser un aspecto cómplice para entrabar la más urgente de las diligencias como era el inventario del armamento.

Cuando es irrefutable que hay armas del almacén del Tolima en poder de bandoleros y particulares se tienen fundamentos para una acción penal contra Sáenz por tráfico de armas de uso privativo de las Fuerzas Armadas, pero sus abogados defensores argumentan el peregrino planteamiento: Como las armas corresponden a un almacén de la Gobernación del departamento del Tolima, para el uso de la Policía Departamental del Tolima no son ni pueden calificarse como de uso privativo de las fuerzas Armadas.

El Comando de la Policía, el Comando de la VI Brigada, y la Gobernación del Tolima, de común acuerdo y haciendo caso omiso de todos los argumentos leguleyos en contra, toman la determinación de adelantar una real investigación, partiendo de un inventario de armamento cotejando arma por arma. Pero para esto era necesaria la presencia del almacenista Sáenz, quien tiene “la ciudad por cárcel" y cada vez que la comisión investigadora se debe desplazar fuera de Ibagué, se requiere solicitar permiso al juzgado para la salida de la ciudad de Sáenz, con la consecuente demora y pérdida de la reserva del operativo.    

Así pasan los meses y los años y Sáenz continúa siendo el almacenista en ejercicio y devengando sueldo.

Con un ángel del guarda chivato

El 24 de octubre de 1962, se desplaza la comisión investigadora al norte del Tolima, el almacenista Sáenz (previa autorización del juzgado para salir de Ibagué) debe estar presente en esta diligencia. Con todo el sigilo se parte en dirección al Líbano y Armero, pero delante de Alvarado, Sáenz finge una intempestiva dolencia estomacal y se niega a continuar el viaje. Su actitud hace sospechar que en estas poblaciones que han sido muy azotadas por el bandolerismo, es de presumir un faltante de armas y se considera inaplazable la diligencia. Unos kilómetros adelante el convoy policial es sorprendido en una emboscada montada por las cuadrillas de los bandoleros Desquite y Tarzán (con más de 100 bandidos). Son asesinados el capitán Rodolfo Villamizar y 14 Agentes de la Policía.

El Subcomandante del Departamento de Policía, Mayor Marco Fidel Naranjo, estando herido trata con unos agentes sobrevivientes de repeler el ataque, pero ya la masacre estaba consumada. En estas circunstancias, aparece inexplicablemente el Almacenista Sáenz Londoño, preguntando: “¿qué pasó?” y dando gracias a todos los santos, por haberse salvado de milagro…No se requiere ser muy perspicaz para deducir quién fue el cerebro de esta matanza. Una milagrosa dolencia estomacal… una milagrosa e inexplicable llegada al lugar de los hechos sano y salvo. Una milagrosa y efectiva emboscada montada por bandoleros que portaban carabinas San Cristóbal que milagrosamente habían salido del almacén que manejaba Sáenz.

El lento inventario

La comisión investigadora de la nueva “Fuerzas de Policía” continuó por años, avanzando en el proceso de inventario del armamento en el Tolima.

Fue en una lucha titánica contra las argucias de Sáenz, la apatía del Juzgado para autorizar las salidas o desplazamientos del almacenista, fuera de la ciudad de Ibagué y el sinnúmero de memoriales de sus abogados defensores.

Se hace un dispendioso cotejo del armamento en cada uno de los 47 municipios del Tolima, puesto por puesto de policía, hombre por hombre, fusil por fusil, revolver por revolver.

Se estableció un faltante de 338 fusiles,198 carabinas San Cristóbal punto 30,16 ametralladoras, 1.600 revólveres calibre 38, 2 pistolas, 131 granadas tipo piña y 157.600 cartuchos. Todo este armamento fue vendido por Luis Mariano Sáenz a los bandoleros y a la guerrilla. Los llamados “pájaros”, eran la clientela preferida en el comercio de revólveres.

Muchas de estas armas fueron encontradas en poder de reconocidos bandoleros, cuando cayeron abatidos por las fuerzas de orden.

Se pueden precisar: Jacinto Cruz Usma (a) “Sangrenegra”, Noé Lombana (a) “Tarzan”, Teófilo Rojas (a) “ Chispas ” ,Gustavo Giraldo (a)        “Diablito ”, José William Aranguren (a) “Desquite", Nacianceno Hernández (a) “ Punto Rojo ”, Manuel Carvajal (a) “ El Pollo ”, José María Rojas Pava (a) "pepe ”, Efraín González Téllez (a) “Siete Colores”, Roberto González (a) “Pedro Brincos ”, Isauro Yosa (a) “Lister” ,NN. (a) “Angurrias”.

Finiquitado el inventario de armamento, el almacén por fin, pasa a control y manejo de la Policía Nacional.

El almacenista Sgto. V1º Luis Mariano Sáenz, es destituido por la gobernación y más de una década después de haber ejercido su macabro comercio de armas, es sometido a Consejo de Guerra. (En el que me correspondió participar como defensor de Oficio).

Sáenz Londoño fue declarado por los jurados culpable y el juez aplicó la pena máxima contemplada por el código penal (vigente en esa época)

Cuando todos esperábamos que el almacenista de la barbarie fuera a purgas sus felonías a la cárcel, quedamos estupefactos. Resulta que el Sargento Sáez con el tiempo que estuvo detenido con la ciudad por cárcel, había cumplido de sobra con la pena decretada.

Para agotar la capacidad de asombro, el epílogo es increíble: como era de suponer, el sargento Sáenz, fue condenado en el consejo de guerra por unanimidad del jurado. Cuando el Juez leyó la sentencia, se le habían aplicado 6 años de cárcel. Todo mundo esperaba una pena mayor. (Al General Matallana casi le da patatús); el Auditor de Guerra explicó que esa era la pena máxima. ¡¡¡Nadie lo podía creer!!! Efectivamente, el Código Penal Militar (de esa época) fijaba una pena entre 4 y 6 años... El General Matallana había estado en la comisión que redactó el código y decía estar seguro que la pena era mayor. Encontró unos borradores y la pena era de 4 a 16 años.

Resulta que, la mecanógrafa que hizo la transcripción, se le fue el dedo (en la máquina de escribir) y omitió el "1" en el original de la norma y en el Diario Oficial se publicó el decreto con solo 6 años ... “ley es ley” y a Sáenz solo le pudieron aplicar la pena máxima de "6" años, que ya los había pagado.


Imagen de registro

El que calla otorga

Imposible pasar por alto el aberrante caso (denunciado por “EL CRONISTA”) del que fue víctima el niño de 11 años Francisco Javier Vera Manzanares, admirable Defensor Ambientalista, quien a su corta edad ya es un líder y ejemplo de civismo. Francisco Javier con una mentalidad progresista, requiere a la cabeza del gobierno nacional solicitando “garantizar conectividad en todos los territorios del país para el regreso a clases para este 2021”.

Digno de aplauso y admiración tanto la demanda como el promisorio personaje que la concibió.

Pero un bárbaro de mente siniestra, que se oculta con el alias de “J. Belbo Codazzi” tiene el desatino de rechazar una justa y sana pretensión, que en su estupidez no logra comprender y da rienda a sus instintos criminales para amenazar al niño con “Tengo un deseo de escucharlo gritar mientras le corto los dedos”. Solo a un degenerado de intelecto corrompido se le puede ocurrir hacer este tipo de amenazas.

Nuestras autoridades y en especial la policía y la fiscalía, tienen un desafío para identificar y capturar este antisocial.


Francisco Javier, cuentas con el aprecio, respeto y solidaridad de los colombianos .
Ct. Roberto Ortiz Villa

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