Cultura

Asuntos de literatura y memoria

Asuntos de literatura y memoria

Si unos de los beneficios de la literatura son, ayudar a comprender la naturaleza humana a través de ideas concretas y proveernos recursos narrativos para desarrollar la inteligencia emocional, El Olvido que Seremos del escritor colombiano Héctor Abad Faciolince nos ayuda a entender con hechos que la indolencia en Colombia, más que la violencia ha prevalecido a la hora de definir nuestra identidad. No obstante, su obra más difundida hace un aporte superior para revertir la apatía con la que aparentemente nacemos todos en Colombia.

Este libro que alude al olvido en su título, desde su primera página se convierte justamente en lo opuesto, en un elogio a la memoria.  Esa facultad de recordar lo que somos y no somos.  Una obra literaria capaz de insertarnos en el contexto que se desarrolla y que potencialmente contribuye a que algún día alguna generación futura sea capaz de extirpar para siempre el veneno de la violencia con el que nos acostumbramos a vivir.  Este ensayo pretende reseñar algunas figuras literarias descriptivas que desde mi punto de vista aportan en este libro a la construcción de la memoria como elemento generador de conciencia social.  

Héctor Abad Gómez era literalmente una piedra en el zapato para una sociedad que prefería (como era mi caso) hacerse la de la oreja mocha y la vista gorda cuando de confrontar la violencia y la injusticia se trata.  Master de la Universidad de Minnesota en Salud Pública, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia y papá del autor, el doctor Abad Gómez fue ante todo un activista de los Derechos Humanos: un líder social privilegiado que defendió la causa social y la causa de sus colegas comunitarios menos favorecidos.   Hoy después de más de 30 años de asesinado en Medellín, los líderes sociales en Colombia siguen siendo perseguidos y eliminados sistemáticamente en Colombia.  Incomprensiblemente en 2019 fueron asesinados 124 líderes sociales en el país y se registraron en total 844 agresiones contra esa población. (El Espectador, 2020) 

Estupefacción total

Las primeras páginas del libro sitúan al lector y aún al mismo autor (me atrevo a decirlo) en el tono que será contada la vida de su papá.  Un tono muy familiar e intimista que da la sensación a quien lee de estar descubriendo textos muy privados en los que con el paso de las hojas se da cuenta aterradoramente que también hace parte de esa historia. Un relato fresco, sin grandes pretensiones narrativas que envuelven y comprometen.  Los lugares, personas, actividades, colores, las formas, los olores, los sabores, los sonidos, las sensaciones, los sentimientos, el arte, la música y los libros allí presentes configuran al personaje central, retratándolo en sus distintas facetas, incluidas las más personales.  Eso que se lee en términos de figuras literarias es un retrato, la principal figura semántica de la que se vale Abad Faciolince para describir enteramente al papá y su universo (y lo mejor, lo hace sin el propósito de hacer una hagiografía). 

Yo recordaba que muchas veces mi papá me había dicho que todo ser humano, la personalidad de cada uno, es como un cubo puesto sobre una mesa.  Hay una cara que podemos ver todos (la de encima); caras que pueden ver algunos y otros no, y si nos esforzamos podemos verlas también nosotros mismos (las de los lados); una cara que sólo vemos nosotros (la que está al frente de nuestros ojos); y una cara oculta a todo el mundo, a los demás y a nosotros mismos (la cara en la que el cubo está apoyado).   Abrir el cajón de un muerto es como hundirnos en esa cara que sólo era visible para él y que solo él quería ver, la cara que protegía de los otros: la de su intimidad. (Abad Faciolince, 2006)  

Un niño de la mano de su padre, Un médico contra el dolor y el fanatismo, Guerras de religión y antídoto ilustrado, Viajes a Oriente, Años felices, La muerte de Marta, Dos entierros, Años de lucha, Accidentes de Carretera, Derecho y humano, Abrir los cajones, Cómo se viene la muerte, El exilio de los amigos, y El olvido; son los títulos de los capítulos de una obra que empieza con la narración de un niño que me llevó a mi niñez, la de un adolescente que me llevó a mi adolescencia y la de un hombre llevado a la fuerza a la madurez que me llevó al menos a un estado de conciencia mayor, respecto al horror que significa para un hombre la pérdida de su padre de forma no natural.  

Este es un libro evocador, que nos sitúa en el centro mismo del sentimiento, el lugar los hechos y las personas (victimas y victimarios) relevantes de la historia, que hace uso de la prosopografía, esa figura literaria que describe los rasgos y características físicas de la persona, y de la etopeya que describe los rasgos morales y psicológicos de los personajes. (Banco de la República, 2017)  

Un libro dotado de recursos retóricos plenamente desarrollados, capaz de meternos en la piel de otros y que nos ayudan a vivir lo que (en este caso) los Abad vivieron. 

La compasión es, en buena medida, una cualidad de la imaginación: consiste en la capacidad de ponerse en el lugar del otro, de imaginarse lo que sentiríamos en caso de estar padeciendo una situación análoga.  Siempre me ha parecido que los despiadados carecen de imaginación literaria -esa capacidad que nos dan las grandes novelas de meternos en la piel de otros-, y son incapaces de ver que la vida da muchas vueltas y que el lugar del otro, en un momento dado, lo podríamos estar ocupando nosotros: en dolor, pobreza, opresión, injusticia, tortura.  (Abad Faciolince, 2006)

El Olvido que Seremos, además, es una obra literaria de tinte periodístico que encuentra en la crónica su mejor aliado. De ese modo relata de manera ordenada y detallada los hechos, así como el contexto del antes, durante y después de lo que pudo ser el olvido, que no será mientras las letras sean capaces de hacer perdurar en el tiempo lo que las balas quisieron borrar.   

Además, de mi papá aprendí algo que los asesinos no saben hacer: a poner en palabras la verdad, para que esta dure mas que su mentira. (Abad Faciolince, 2006) 

Héctor Abad Gómez a diferencia de muchos de nosotros sus compatriotas no se hizo el de la vista gorda, a pesar de ser un privilegiado, insistía en que los otros privilegiados “no querían ver lo que esta a la vista para no perder, para así mantener su situación de privilegio en todos los campos”. El virtuoso retrato que ha hecho su hijo ha contribuido (al menos conmigo) a ver lo que ha estado a la vista siempre. Y bueno, llegado el momento me siento motivado a defender los derechos de los otros (no sabe uno si haciéndolo, esta defendiendo sus propios derechos).  

Si las palabras transmiten en parte nuestras ideas, nuestros recuerdos y nuestros pensamientos —y no hemos encontrado hasta ahora un vehículo mejor para hacerlo, tanto que todavía hay quienes confunden lenguaje y pensamiento—, si las palabras trazan un mapa aproximado de nuestra mente, buena parte de mi memoria se ha trasladado a este libro. (Abad Faciolince, 2006)

Ahí están las letras armonizadas, como oleos en el lienzo, de este escritor antioqueño que ha hecho visible con finura poética e intelectual el recuerdo de un hombre que sin haber visto nunca, siento haberlo conocido de toda la vida.  

* Palabras del poeta Manuel Mejía Vallejo al lado de la tumba de Héctor Abad Gómez el día de su sepultura.

Bibliografía

Abad Faciolince, H. (2006). El Olvido que Seremos. Seix Barral.

Banco de la República. (2017). Enciclopedia Banrepcultural. Obtenido de https://enciclopedia.banrepcultural.org/index.php/Las_figuras_literarias: https://enciclopedia.banrepcultural.org/index.php/Las_figuras_literarias

El Espectador. (3 de junio de 2020). Entre enero y marzo de 2020, 47 líderes sociales fueron asesinados: Somos Defensores. Obtenido de www.elespectador.com: https://www.elespectador.com/colombia2020/pais/entre-enero-y-marzo-de-2020-47-lideres-sociales-fueron-asesinados-somos-defensores-articulo-922486

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