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Murió el indio Rómulo de Covid19

Murió el indio Rómulo de Covid19

Rómulo Augusto Mora Sáenz, el poeta costumbrista colombiano de mayor relevancia en el siglo XX falleció en la madrugada de este viernes en la Clínica Colombia de Bogotá tras resultar contagiado de Covid19. 

El Indio Rómulo en una de sus últimas visitas a la capital tolimense recibió sendo homenaje por parte de la universidad del Tolima a través de la carrera de Comunicación Social – Periodismo  y la Fundación Abra Palabra. 

Rafael González Pardo quien fuera el coordinador del evento, año 2013,  nos trae a colación uno de los textos hechos por los estudiantes que participaron en el libro publicado por la institución de educación superior del Tolima. 

Esto dijo el armadillo cuando iba a Sutatenza

Por: María Valentina González

Esta, como todas las historias de antaño, empieza con un érase una vez...érase una vez, en la Colombia de los años 50, un cura y un indio que marcaron la historia de los pueblos de Boyacá y protagonizaron una leyenda que recorrió el país y trascendió fronteras.

Sutatenza es un tranquilo municipio del oriente boyacense, un lugar ubicado a 118 kilómetros de Tunja en el que, cuentan, un día acampó Simón Bolívar. Hasta esas tierras frías llegó el sacerdote Joaquín Salcedo Guarín, quien en aras de impartir la doctrina católica creó una radio artesanal con ayuda de su hermano Antonio José Salcedo, también cura y jesuita.

Mientras los campesinos cambiaban el azadón por las letras y las noticias que salían del tecnológico y místico aparato, como caído del cielo les llegó un regalo tan valioso como las esmeraldas de su tierra: el cura del pueblo, que como otros pudo haber pasado sus días rezando por los micrófonos, prefirió enseñarles a leer. Y no sólo a leer, les llevó el preciado tesoro de la educación por medio de la radio, los alfabetizó, les enseñó a cultivar la tierra, a curar sus males, les inculcó los valores de la familia y la vida cristiana.

Video realizado en el marco del homenaje al Indio Rómulo. Dirección Diego Avendaño. 

Mientras esto ocurría en Sutatenza, a unos cuantos kilómetros de distancia, Monguí también vivía una época dorada, de cambios, de la mano de su alcalde, Rómulo Augusto Mora Sáenz, un hombre de la tierra y para la tierra, nacido el 23 de abril de 1931 y quien sería nacional y mundialmente reconocido como “El Indio Rómulo”.

Casi profetizando la comunión de su vida y el idioma, llevaba la luz a su pueblo, declamaba en las grandes plazas y construía tal vez sin saberlo el patrimonio oral de toda una nación. Rómulo nunca dudó en su talento de mover corazones, de escarbar las almas, esas ‘mesmas’ que hace 50 años vibraron en la florida, si, la florida tierra de las papas boyacenses.

Cuando el indio incursionaba con éxito en la política con su retórica rústica que hacia sonrojar desde labriegos hasta presidentes, el padre Salcedo Guarín veía como ante sus ojos su pequeña emisora se convertía en Radio Sutatenza, la misma que antes de apagar su luz llevó más de dos millones de horas al aire que forjarían el futuro académico y cultural de los campesinos colombianos.

Y es que en Sutatenza todavía recuerdan el pánico de los labriegos ante la voz que salía de una caja conectada a la nada. Algunos, aferrados a su tradicionalismo religioso, atribuyeron el hecho a poderes sobrenaturales, pensaron en el diablo y corrieron a esconderse.

El destino quiso que estos hombres, uno de sotana y otro de alpargatas, se conocieran. Un día, el cura Salcedo viajó a Monguí a buscar a Rómulo, el hombre que desde el Ejército ya sabía que no empuñaría arma alguna diferente a la palabra.

Ya no solo estaba el indio y sus historias, había un hombre de fe que quería y podía hacer que las palabras atravesaran valles, lagos y montañas.

El padre quería frente a los micrófonos al ídolo de los campesinos, al mejor declamador de poesía rústica costumbrista, pero Rómulo “se hizo de rogar” porque no era un hombre de apasionamientos, sino un líder comprometido y responsable con el pueblo que en ese entonces gobernaba.

No obstante, con la ayuda de Dios, Salcedo convenció al Indio de que fuera a Sutatenza con su traje de campesino pulcro y sus poemas enmochilados. La unión entre un religioso con las mejores intenciones y un poeta campesino y su sonrisa tierna no podía ser diferente a la noble y magna labor que desde entonces escribió las líneas de la primera radiodifusora en el mundo para educar.

La emisora boyacense desempeñó un papel muy importante en la modernización del país. Reunió los sueños de cambio, lejos de la violencia y la política, y más bien, usó sus trasmisores para llevar la voz de Dios y la del pueblo a cada rincón y a los corazones.

Según algunos conocedores de la radio, la historia tendría que decir: “Somos el país más hermoso de Suramérica, tenemos las más hermosas esmeraldas de la tierra, nuestro himno nacional es el segundo más hermoso y tenemos la primera experiencia del uso de la radio para alfabetizar a la gente”.

Bajo la consigna “la radio cambiará al mundo” se llevó la educación a las casas y luego a las aulas. Los campesinos tuvieron la oportunidad de escribir sus propias historias. Muchos de ellos, llegados de todos los rincones, asistieron a las aulas que se acondicionaron en Radio Sutatenza para la alfabetización y volvieron a sus pueblos como profesores.

Muchos sacaron los frutos de su tierra para poder comprar los radios, lejos de toda vanidad, para tener acceso a lo que todo el mundo comentaba, la gran revolución que hacía posible lo que se creía imposible antes de la televisión: llevar el mundo a los campesinos.

Cuenta Rómulo que Salcedo estaba aburrido de que los campesinos salieran de la eucaristía y se pusieran a tomar, pues la raza boyacense, en la época, ‘jartaba’ mucha chicha.

El Indio propuso a la comunidad que, después de la misa, se hicieran complacencias por medio de la radio. Muchos escribieron coplas, el indio las arreglaba y al ver que con sus talentos obtenían un minuto de fama, en el que era entonces el medio de comunicación más importante del país, decidieron momentáneamente abandonar la bebida y pegarse a los transmisores que tenían en sus casas.

Radio Sutatenza no sólo era una estación de radio. Además de sus filantrópicas labores, inició la publicación del periódico El Campesino. Allí nació la sección ‘Esto dijo el armadillo’ y en ella, los mejores poemas del Indio Rómulo y muchas coplas hechas por los hijos del campo.

El proyecto rompió el modelo de la radio comercial que había nacido con la Radio Difusora Nacional, al llevar al público radionovelas y las canciones de la tierra.

Rómulo puso su grano de arena para que los campesinos se identificaran con él, les encantó con sus poemas, llevó en sus hombros la historia del pueblo, montó en avión y salió del país, llevando a cada uno de los campesinos en su corazón, narrando sus historias de guerra y amor a las grandes plazas del mundo.

Esta historia, la de un país en donde unos ayudan a los otros, donde medios de comunicación cumplen a cabalidad su labor de educar, es tan romántica que difícilmente se puede concebir en la imaginación. Sin distinciones políticas ni raciales, todos escuchaban las mismas voces, la educación era gratuita, y el campesino se sentía orgulloso de ser campesino, como el Indio, y por eso era respetado.

No se buscaba copiar prototipos de vanidad o ruidos que vienen de afuera ¿Cuántos quisieran que la Colombia de ahora tuviera los principios de Radio Sutatenza? La idea de Monseñor Salcedo fue acogida en 24 naciones de cuatro continentes. En Colombia, sin embargo, la iniciativa que se conoció con el nombre de ACPO (Acción Cultural Popular) se fue apagando poco a poco.

Querían cambiar el mundo. Hoy tal vez los que protagonizaron una maravillosa época sólo esperan que el mundo no los cambie. Hoy está el Indio Rómulo, con su porte siempre elegante y su carácter fuerte pero amable, para recordarnos que Radio Sutatenza no murió, sino que fue el inicio de todo, que todos tenemos algo de indios y sin duda mucha “jeta e’ campesinos”.

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