Crónicas

Los carretilleros, la salvación es la calle

Los carretilleros, la salvación es la calle

En medio de la cuarentena se han escuchado más fuerte que nunca, los megáfonos promocionando frutas, verduras, horneados, pescados, cargadores, vidrios templados, entre otros productos. 

Los carretilleros de Ibagué se han encargado de llevar las plazas de mercado y demás negocios, hasta las zonas residenciales de la ciudad.

Uno de esos carretilleros es Brandon López, un adolescente de 17 años que, por motivo de la pandemia, se ha hecho cargo de su familia. Gracias a los productos agrícolas que vende en los barrios del sur de Ibagué, tiene con qué llevarle un plato de comida a sus padres y a su novia, una adolescente igual que él, quien tiene dos meses de embarazo.

El “amor” por sus progenitores, su compañera sentimental y el hijo que viene en camino, es la gasolina que lo impulsa todos los días a levantarse a las 3 de la madrugada. “Vivo en el barrio Combeima, mis papás son recicladores, por eso no han podido salir a trabajar en esta cuarentena. Siempre he trabajado y ahora más, porque hay necesidades que cubrir en la casa. Yo me encargo para que ellos se puedan cuidar del virus”, cuenta Brandon.

Él asegura que las ventas se han incrementado considerablemente durante la cuarentena, puesto que, muchos ibaguereños prefieren comprarle las frutas y verduras que les lleva hasta la puerta de sus casas. “Yo varío el producto. Un día hecho a la carretilla tomate, cebolla, plátano, papa y todo eso. Al otro me voy solo con aguacate, que se vende más rápido. Tipo 2 de la tarde ya estoy acabando y me voy para la casa”, explica.

Brandon, antes de la pandemia, se encontraba cursando octavo de secundaria los sábados, y entre semana trabajaba. Sostiene que sueña con pertenecer a la Sijín, “la carretilla es algo temporal, quiero superarme”, agrega.

Entretanto, mientras el mundo entero se adapta a las circunstancias, él también lo hace. "Cumplo con las medidas de cuidado. Uso mi tapaboca, los guantes y cargo alcohol. Eso es lo que nos pide la Policía, que nos cuidemos y cuidemos a los clientes”.

Al igual que Brandon, decenas de trabajadores informales de Ibagué  han tenido que lanzarse a las calles, pese a la amenaza latente del coronavirus. Les toca escoger entre padecer el contagio o la hambruna. Y los jóvenes no han sido ajenos a esta realidad, más si se tiene en cuenta que, según el DANE, la capital de Tolima es la ciudad con mayor tasa de desempleo juvenil  en todo el país.

Los primos Romero, Harrison y Verónica, de 17 y 19 años respectivamente, también recorren los populosos barrios de Ibagué, con megáfono en mano, empujando su carretilla. Él tuvo una infancia difícil y  ella es madre soltera y debe asegurar el sustento de su hija de dos años y de su madre.

“A uno le toca es trabajar, porque si no lo hace no come. Eso que dicen de los mercados no ha pasado nada. Entonces pues toca salir, no hay de otra”, afirma Harrison, que vive solo en el barrio Cerro Gordo, un sector marginal de la ciudad. 

“He sido independiente desde los 11 años. A mí siempre me ha gustado tener mi plata, trabajar, vivir aparte de mi familia. A los doce me llevó el Bienestar Familiar, pero me evadí y cogí la carretilla”, confiesa.  

Por eso en estos momentos no ha sentido tanto los embates de la crisis, a su corta edad ya está acostumbrado a los días difíciles. Incluso invitó a su prima Verónica a que lo acompañara, mientras pasa la cuarentena, a vender cargadores, vidrios templados, audífonos, diademas. Productos que antes comercializaba solo en el centro de Ibagué, y que ahora, se los llevan a las personas hasta el andén de sus casas.

Expresa jocosamente que, “no quisiera que la cuarentena se acabara, pasé de ganar 25 mil pesos diarios, a 60 mil. A la gente antes le gusta el trabajo de uno, porque les evita salir de sus casas. Nosotros andamos con el vinagre y el alcohol a toda hora. Los tapabocas siempre puestos”.

Por su parte,  Verónica cuenta que  “mi mamá ayuda a hacer oficio en otras casas, pero ahora nadie la llama, ella está cuidando la niña y yo salgo a colaborarle a mi primo. El negocio es de él, trabajamos y me ayuda mucho".

Ella, además, tuvo que suspender el Técnico en Peluquería que estaba haciendo en el Sena, para dedicarse a empujar la carretilla junto a Harrison. “Yo quiero seguir estudiando".

No pude continuar porque no hay los medios para las clases virtuales. No puedo tener internet en la casa y buen computador”*, enfatiza, acerca de la educación en tiempos de coronavirus, otra problemática que ha desvelado esta crisis.

Los primos coinciden con Brandon: “la Policía pasa y no nos molesta”. Al respecto, El Cronista.co se comunicó con el jefe jurídico de la Alcaldía de Ibagué, Andrés Bedoya, quien aclaró que los carretilleros “No hacen parte de las excepciones”, por tanto tienen prohibida la circulación. Algo de lo cual está al tanto la fuerza pública.

Sin embargo, es otra la realidad que se ve en las calles de Ibagué. Los carretilleros van y vienen, la gente sale al llamado de sus estruendosos megáfonos.

Seguramente los uniformados, conscientes de la necesidad que los obliga a salir, prefieren que se lancen al rebusque, supervisando que cumplan con las recomendaciones de bioseguridad. 

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