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Crónicas

Las escogedoras de frijol

Las escogedoras de frijol

 

Por: Jhenifer Rodríguez

Estudiante Comunicación Social UT

Aún no eran las cinco de la mañana cuando Doña Liliana, mi compañera de trabajo, se levantó para dejar los platos limpios y preparar el café. Desperté a mi hija y la envolví en varias prendas calurosas que pudieran mitigar el frío.

Era un día miércoles, había viajado a Cajamarca Tolima para compartir un día con algunas escogedoras de fríjol en el mes de la mujer.Salimos de la casa en la vereda Recreo Alto vía al corregimiento de Anaime a las cinco y media de la mañana.Por las lloviznas de los días anteriores la carretera estaba muy embarrada, sin embargo, me enfrenté a ésta en una moto automática señoritera.

El camino era tenebroso, el sol aún no asomaba y las nubes amenazaban en el cielo. Yo estaba muy asustada, no podía dejar de pensar en mi hija que iba  atrás con mi compañera y su hijo, quien me hizo el favor de llevarla, ya que como nativoes un piloto mucho más experimentado que  yo en el barro. Los hijos de las escogedoras de cada temporada de cosecha de fríjol, si no tenían moto caminarían entre el barro y no por curiosidad, sino por necesidad.

Nos dirigíamos hacia la Tigrera, una de las veredas más productivas del municipio, las luces amarillentas del alumbrado público, del tramo de carretera plana y pavimentada,daban un ambiente tenebroso  al paisaje, en especial una lámpara que titilaba misteriosamente. Sin mayores contratiempos llegamos a la entrada de la tigrera, la imponente montaña parecía mirarme con menosprecio; en medio de la belleza natural una franja de concreto nos invitaba a subir.

Manifesté a mis compañeros de recorrido que no estaba segura de que mi vehículo  tuviera la fuerza para subir una carretera tan pendiente, pero el joven me aseguro que sí, y logre llegar hasta donde terminaba el asfalto, allí tuve que dejar mi moto en la casa de un vecino, mi compañera, mi hija y yo tuvimos que seguir a pie, aunque mi niña y yo lo hiciéramos por las con condiciones, Doña Liliana se bajó de la moto de su hijo  para no dejarnos solas.

Iniciamos la caminata a las seis y un minuto  y llegamos a la finca a las seis y cuarenta y cinco de la mañana, tuve que cargar a Ana durante varios trayectos y fue bastante pesado porque como el desayuno nos lo daban en la finca sólo teníamos un café en la barriga. Al llegar fue una gran sensación de bienestar, mi hija jamás había tomado caldo de papa con tanto agrado.En la finca ya estaban otras tres compañeras escogiendo desde las seis y media de la mañana,  terminado el desayuno todas nos dispusimos a la tarea.

La discriminación salarial

Una de mis compañeras llamada Lorena también estaba con su hijo que tiene dos años. Las mujeres campesinas de Cajamarca cuando deben ir a trabajar, pueden llevar a sus hijos,pero las distraen por momentos  y es una de las justificaciones por las cuales se les paga mucho menos que a los hombres.

Trabajaríamos hasta las cinco de la tarde y se creía que nos pagarían 5000 pesos por cada bulto de cinco arrobas que llenáramos cada una, y digo se creía porque no habíamos preguntado, y es que es algo de mal gusto, me indicó una de mis compañeras, “porque no se sabe cómo escoge uno y ya preguntando por el sueldo.”

Mientras mi hija jugaba a nuestro alrededor y me interrumpía repetidas veces, yo trataba de seguirles el paso a aquellas ágiles mujeres que sin levantar la vista separaban a dos manos los fríjoles mareaditos, rotos o partidos de los buenos;los malos iban a unas cocas y los buenos  a  nuestros respectivos costales.

A las diez y media de la mañana se levantó David el hijo de Lorena, lo cual fue un alivio para mí puesto que mi hija comenzó a jugar con él y tratando de entretenerlo se entretenía ella. Lorena y yo sin parar de escoger conversábamos sobre las dificultades que implicaba ser una madre soltera en una sociedad conservadora como Cajamarca, pero al mismo tiempo ella agradecía poder trabajar teniendo a David a su lado.

Madre solera y sociedad conservadora

 Doña Amparo, ya más veterana en la escogida del fríjol, me comentaba que desde la muerte de  su esposo, hace doce años, realizaba esta labor.Ella, había quedado sola con sus cuatro hijos cuando el mayor apenas tenía 13 años, “yo me llevaba a los dos más pequeñitos, menos mal siempre me tocó en fincas conocidas de familiares o vecinos.”

Al transcurrir el día iba sintiendo cada vez más admiración por estas mujeres que me rodeaban. Ellas hablaban, se reían, se quejaban de dolores en el cuello y la espalda pero no paraban de trabajar de pie frete a una mesa llena de fríjoles.  A Lorena de vez en cuando la interrumpía su bebé retacándola por un poquito de leche materna y ella con paciencialo enredaba y lo ponía a jugar nuevamente.

Yo terminé trayendo una silla del comedor para sentarme ocasionalmente, esto le restaba velocidad a mi trabajo, pero me permitía descansar el cuello. Mi hija se inquietaba cada vez más y reclamaba mi atención con más insistencia, por ende,terminado el almuerzo le tuve que pedir permiso a la patrona para dormir a mi hija en una de sus camas, proceso en el que casi me quedo.Abandonar esas cobijas, en un día tan frío, viendo a mi hija dormir plácidamente, requirió mucho valor.

Cuando volví a la mesa  el patrón estaba ayudándome a escoger el fríjol, creo que yo le despertaba bastante compasión, pues al ritmo en que trabajaba para el final del día no podría haber terminado ni siquiera un bulto, lo lamentable de mi caso lo describirían los cajamarcunos con una frase simple “sale cara por la comida” yo me paré junto al patrón y continué con mi tarea, más tarde también la patrona me ayudo otro poco.

Lossalarios de las escogedoras son injustos, pero la verdad es que no puede apresurarse uno a culpar a los patrones, puesto que los campesinos trabajan a perdida y no tienen  garantías.La finca en la que estábamos es un  predioque no excede las cinco hectáreas y es lo que los cajamarcunos llaman“coloca”, es decir que, nuestros patrones no son dueños de la finca,sino que un tercero es propietario, y según se haya hecho el acuerdo, ese fríjol que por cierto tenía bastantes unidades en mal estado, debía dar ganancias a dos familias.

Poco después del almuerzo, Lorena tuvo que interrumpir el trabajo para amamantar  y dormir a su hijo, en la tardeel tema en la mesa era la importancia de que Lorena empezara a suspenderle la lactancia,  pues está muy entetadoel niño y su madre es sola y debe trabajar.

Sociedad injusta con la mujer

Cerca de las cuatro y media de la tarde, mi hija se había despertado, al igual que David, el olor a fríjoles cocinados en leña llenaba el lugar, yo sólo había logrado hacer la mitad del bulto y por ende solo me había ganado 2500 pesos. Terminada la jornada de trabajo, nos deleitamos con los fríjoles y poco después, el hijo de Doña Liliana, que estaba rompiendo el suelo para sembrar  arracacha en otra finca, llegó por nosotras.

Esta difícil experiencia, me hizo reflexionar sobre la condición de la mujer en Colombia y la comercialización del día de la mujer trabajadora, que se celebra con bombos y platillos. No sabría decir cuántas veces me han felicitado  por haber nacido mujer, aunque yo no tenga la culpa, y es que cada ocho de marzo, de cada año, parece que el mundo es más amable con el sexo  femenino, y digo sexo y no genero porque al parecer es una cosa más de biología y no de identidad, pues las chicastransgénero no son felicitadas. Todo para finalmente continuar en una sociedad injusta y desentendida de las verdaderas necesidades de las mujeres.

 

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