Historias

El escolta de Uribe

El escolta de Uribe

Es 23 de noviembre. He quedado de encontrarme con el hombre en el Centro Comercial Centro Mayor, en Bogotá. La espera se hizo un poco larga. Llegó unos minutos retrasado con la misma excusa bogotana de siempre: el trancón. Luego de saludarnos y dar vueltas por el lugar fuimos a la plazoleta de comidas. El ambiente estaba  congestionado por los cientos de personas que rodeaban las mesas a nuestro alrededor. El hombre siempre tiene la agenda apretada así que sin rodeos me preguntó por las cosas que quería preguntarle. No sabía por dónde empezar. Sus ojos verdes mirándome fijamente esperando la primera pregunta me intimidaron, así que comencé a  incursionar en su pasado para tener un contexto de lo que venía luego.

El hombre no sonríe. No parece enojado, así que supongo que es su actitud cotidiana. Nació en Bogotá, pero desde muy pequeño se mudó a Ubalá, en el oriente colombiano, y por eso se llama a sí mismo “rolo de nacimiento, pero ‘boyaco’ de crianza”. En ese municipio creció y estudió. Cuando se graduó no tenía muchas expectativas sobre futuro. Lo único cierto es que le interesaban las armas y la seguridad. Su primer empleo fue de mensajero y, más adelante, conductor de vehículos públicos.

—   Cómo fue que llegó a ser escolta si trabajaba de conductor de transporte público. 

—   Desde abajo se empieza— me dijo mientras sus manos jugueteaban sobre la mesa. 

Trabajó un par de años en el servicio público, pasó a conducir vehículos particulares, y terminó manejando un furgón de la Organización Acuña, entregando mercancía a nivel nacional. Con el tiempo, lo ascendieron a conductor de gerencia y finalmente, por necesidades de seguridad de la misma gerencia, empezó a estudiar seguridad en sus tiempos libres y fue elegido para ejercer el puesto de hombre de protección. 

—   ¿Es fácil o es difícil ser escolta?— le pregunté intentando entrar en el tema que me interesaba. 

—   Hay cosas fáciles y cosas difíciles, como todo…— soltó un suspiro y antes de que transcurrieran más segundos vitales me contó lo difícil que es estar lejos de casa en días especiales, sentado en un carro, esperando a que su protegido salga de su sitio de trabajo para dirigirse a una cena navideña con su familia mientras que él simplemente espera y espera y sigue esperando. 

Narró lo difícil que ha sido fallarle a sus hijas para perfeccionar su labor como escolta y saber  que tiene que entregar su vida o acabar con otra.

—   Recuerdo como si hubiera sido ayer, el atentado que le hicieron a la persona que protegía por allá en el año noventa y pico… estábamos en un nudo, no había escape y no hubo otra manera que cometer homicidio. Fue duro.Pensar en la familia de las personas o simplemente en que con mi mano acabé con la vida de otras personas, es un sentimiento indeseable, es un recuerdo que nunca se va, es más, nunca se ha ido por completo, uno siempre se acuerda. 

Las canas y arrugas se empiezan a adueñar de su rostro. Los años comienzan a pasar la cuenta de cobro. 

—   Ah, y cosas fáciles… parece que no hay, llamemos que los menos difícil es conocer los protocolos diarios. Uno los programa en la cabeza como programa cepillarse los dientes o algo así—  dice tratando de buscar paralelos a lo pesado del trabajo.

—   ¿A que personajes ha protegido a lo largo de los años?

—   He escoltado personas de la farándula, del periodismo, empresarios, personas que, por su cargo, su posición política o económica corren más riesgo que otras. Alguna vez presté mi servicio a María Jimena Duzán, a Jessica Cediel, a dueños de empresas como Carlos Federico Ruiz García, que es el dueño de Panamericana y familiares de él, y así consecutivamente con otras personas que de pronto la gente no las conoce, pero son gente que en otros ámbitos corren peligros por ahí. 

Luego destacó que cuidar a una persona no siempre es igual. Hay personas que son amables con el personal de seguridad, que mas que escoltas los ven como amigos, y otros que son antipáticos y dirigen apenas las palabras cuando es estrictamente necesario; sin embargo, en la compañía de seguridad en la cual está registrado, les hacen capacitaciones periódicas para manejar la actitud y la tensión en el trabajo, y, por supuesto, para saber manejar al protegido.

Después de largos minutos me atreví a hablar del tema más sensible para él. 

—   Hoy, usted es escolta de Álvaro Uribe Vélez —le digo, sabiendo que ya son varios años en su esquema de seguridad.

—   Cuidado, las paredes tienen oídos — dice, pero continúa —Es un hombre que me atrevería a decir, es de los que más corre peligro aquí en este país y hasta en cualquier lado. No podría confirmar un numero exacto, pero es claro que podemos pasar de 90 o 100 los escoltas que estamos con él, contando infiltrados, conductores y acompañantes. Maneja un nivel de seguridad que sobrepasa el 8 si de niveles hablamos. Los cuidados más complejos son en carretera, cuando tiene que quedarse fuera de la ciudad porque hay que investigar hasta al que haga los desayunos del hotel donde se vaya a quedar. Hay protocolos que empiezan con un mes de anticipación, se envían infiltrados a vigilar el hotel donde está predispuesto quedarse, los restaurantes, las calles por donde pasará. Se tiene que armar un mapa con posibles salidas en caso de un atentado, tener equipo en mínimo 50 metros a la redonda e incluso posicionar que donde coma no haya ventanas cercas, que detrás sea pared para que no sea atacado por la espalda, revisar los platos que va a consumir, mejor dicho, es un complique y es un estrés que vive el hombre, pero es lo que tiene que hacer para estar bien.

Luego de contarme sobre protocolos, el hombre, como profundo Uribista y defensor de las ideas de derecha, comenzó a contarme anécdotas y cosas sobre su protegido. 

—   Álvaro Uribe es una persona muy condescendiente con el personal de seguridad. La verdad, él maneja un nivel de riesgo bastante grande y como le he dicho, se hacen niveles de avanzada en los diferentes departamentos donde el transita. El es muy pendiente de los esquemas de protección, esta pendiente de que durmamos bien, comamos bien, que siempre estemos tranquilos, que haya turnos equitativos entre el personal, tener duchas y es muy meticuloso en cuanto a los vehículos en los que se transporta porque el sabe que es de vital importancia para el movimiento del personal. En general es una persona que yo admiro mucho, él es muy inteligente. 

En ese momento me atreví a interrumpirlo y preguntarle si en momentos fuera del trabajo, Uribe comparte momentos más íntimos con él y con su equipo y me contó que cuando están en fincas, él se sienta a compartir con algunos, los de más confianza, incluyéndolo, y tienen ratos de esparcimiento.

—   Él es muy chistoso cuando quiere, pero también muy serio cuando debe. Hasta compartiendo una simple limonada nos cuenta de lo que se vive en el país. Una de las anécdotas que mas recuerdo es en Montería, el nos decía que él con lo que tenía podía irse del país, pero no lo hacia porque el es muy colombiano, que le duele su patria, ver que quizá tenga que irse por la violencia, la misma violencia que le quitó a sus padres y que no le gustaría dejar a Colombia en esas manos. El doctor siempre nos dice que hasta sus últimos días el va a ser la piedra en el zapato para los violentos, que va a seguir luchando porque es algo que lleva en la sangre. Él sabe que hay gente que lo quiere y otra que no, que lo juzgan por errores, pero él dice que va a seguir peleando por este país y va a ser el palito en la rueda para las personas que quieren meter el comunismo al país. Siempre está muy pendiente del periódico, de las noticas, tiene asesores que lo aconsejan y lo informan. En el congreso todos lo quieren porque él llega y saluda desde el portero en adelante y no le da nada darle la mano a cualquiera.

El hombre no para de contar detalles sobre el expresidente, pero me llamó la atención cuando dijo: 

—   Él siempre ve el rechazo que recibe a diario, que los falsos positivos y todo eso, pero que si un día alguien se presenta con pruebas, él paga cárcel sin pelear para ver bien a su Colombia.

El tiempo pasó rápido. No puede hablar más. Se levanta y se despide rápidamente. Como siempre, debe partir apurado. La cita había terminado… las preguntas, no. 

 

La anterior pieza periodística es el resultado de la cátedra Periodismo y literatura que dirige Carlos Pardo Viña en la Universidad del Tolima.

El nombre de la fuente ha sido omitido como medida de seguridad.

  • Por: Neyfy Garzón Parra, Estudiante Comunicación social – Periodismo de la Universidad del Tolima.

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