Crónicas

El corazón de un alfa

El corazón de un alfa

La tormenta no cesa. Los ventarrones por poco tumban las tejas y el ruido de un estrepitoso rayo alerta a los perros, que con un descoordinado coro de ladridos ensordecen el lugar. En medio del frío muchos se acuestan en manada, otros descansan sobre el canasto de fique que han acogido como su cama. No están tristes, no tienen miedo. Sus frías noches callejeras han sido cambiadas por un hogar, gracias al esfuerzo de una mujer, o de una Alfa para ellos, que ha albergado a más de cien perros sin oportunidad. 

Katherine Revelo García o Kathy como suelen nombrarla, es una mujer de 50 años oriunda de Ibagué, fundadora del Campito de Kathy, un refugio de perros ubicado a las afueras de la ciudad, vía al aeropuerto, en el kilómetro 2. Ella, desde hace 6 años con tiempo, amor, recursos y dedicación ha logrado cambiarle la vida a cientos de perros que han estado a las puertas de la muerte. Para Kathy no hay mayor recompensa que contribuir a que la vida sea mejor para ellos y para la humanidad misma.  Sin embargo, las dificultades con las que debe batallar todos los días se han forjado en un duro duelo que le roba su tranquilidad., Aa pesar de ello, Katherine tiene la seguridad que mientras tenga vida luchará todos los días por sus perros. 

Ese amor por los animales que la caracteriza proviene de muchos años atrás. Cuando tan solo era una niña de coletas en la cabeza, solía mudarse a muchos pueblos del Tolima a raíz del trabajo de su padre., Allí vivía cerca a frondosos árboles frutales donde se deslizaba en columpios que sujetaban las ramas, donde se le acercaba aquel perro manchado a que le diera agua. En la casa de sus abuelos siempre convivía con patos, gallinas, perros y gatos. Kathy recuerda a su abuela como una mujer fuerte que siempre admiraba por su espíritu de guardiana.

—Mi abuela no dejaba que nadie agrediera a los animales, por el contrario, les brindaba todos los cuidados y el amor que necesitaran. – dice Katherine en un tono melancólico–. Mmi abuela me enseñó el valor que solo ellos tienen.

Así Katherine fue creciendo en ese entorno de amor a los animales, sin imaginar que un día se convertiría en la guardiana que salvaría tantas vidas vulnerables.  

En el 2014, Katherine trabajaba en una empresa familiar. Su fuerte siempre estuvo en las ventas y en la gestión de mercado; sin embargo, ella de una manera alejada seguía aportando para distintos casos de animales. En una calurosa tarde mientras se encontraba trabajando, se acercaron dos perras a su empresa, bastante maltratadas, con los ojos tristes, con sus costillas asomadas, y unas tetas largas que parecían columpiarse de lado a lado. Ella en su espíritu protector, sintió deseos de ayudarlas: las llevó al veterinario, las alimentó y las cuidó hasta que se recuperaran. Ya había construido un vínculo muy fuerte para dejarlas a su suerte y decidió hacerse cargo de ellas. Después de esta experiencia, Kathy decidió alimentar a más perros callejeros, y como si sus perros se comunicaran, pronto ya eran diez y comenzaron las complicaciones.

Las personas que llegaban a la empresa se molestaban porque los perros en ocasiones querían acercárseles. Kathy estaba dedicando mucho tiempo a los animales y esto hizo que bajara el rendimiento en sus labores, hasta que llegó ese día en el que tuvo que tomar una decisión: su trabajo o sus perros. En ese momento un enorme miedo se apoderó de su cuerpo, miles de emociones se debutaban para encontrar una respuesta, hasta que en un impulso de su interior escogió a sus perros. 

—Yo sentía que el mundo se me había venido encima, me sentía sola. – Dice Katherine con un tono agudo mientras se le humedecen los ojos. –. Yo realmente no sabía qué hacer en ese momento ni como lo afrontaría, pero estaba segura de mi decisión.  

Una decisión que pronto las personas de su entorno comenzaron a rechazar. Su familia, amigos y conocidos la llamaron loca. Quizás parte de la locura es asociada con aquellas personas que se atreven a ver más allá de sus propios intereses, con aquellos que sin esperar nada a cambio desean aportarle algo al mundo, porque sí, en un mundo tan deteriorado que solo existe la lucha individual, nos parece una locura que alguien piense diferente. Así empezó la lucha de esta mujer, buscando un lugar en el que pudiese tener a sus diez perros. Afortunadamente, una de sus amigas quien apoyaba la idea, le habló sobre un lote que ella le podía arrendar. Allí Katherine instaló a sus primeros 10 perros, encerrándolos como podía y adecuando el lugar a sus necesidades. Había nacido el Campito de Kathy.

Hoy en día, Katherine alberga a más de cien perros en aquel lugar, a los cuales les dedica todo su amor y tiempo. La idea principal es mejorar la calidad de vida de tantos perros que han sufrido, recuperándolos, rehabilitándolos y finalmente, encontrándoles un hogar. Sin embargo, Katherine dice que en promedio son adoptados cinco perros, pero le llegan 10. Más que la adopción, ha funcionado el plan padrino, que consiste en que una persona se hace cargo de todos los gastos de un perro, pero éste continúa viviendo en el refugio. A veces, los padrinos pueden llevárselos los fines de semana y regresarlos, una iniciativa en el que las personas aportan desde su corazón al Campito de Kathy.

En su refugio tiene un grupo aproximado de 30 perros abuelos. Está el perro color café con negro y de ojos blanquecinos que ha perdido su visión, también la blanca crespa, una perrita sorda que duerme gran parte del día, y hay otros que han perdido varios de sus dientes. Algunos, ya ni se levantan pero baten su cola y saludan. Los años los han marchitado pero siguen teniendo el espíritu noble y amigo. Lamentablemente, son perros que difícilmente serán adoptados. 

Los otros 70 perros tienen una esperanza más segura de encontrar hogar; sin embargo, también tiene otro grupo de perros con discapacidades, algunos no pueden correr kilómetros y alcanzarte, pero son perros que pueden tener una vida normal y encontrar una familia que los ame. El trámite para adoptar un perro es  simple: papeles de adopción, visitas de control y personas que muestren un gran compromiso con ellos, porque el propósito de que Kathy logre sanar estas vidas es para que nunca más vuelvan a sufrir.

Las dificultades no son pocas. 

—Debo desalojar el lote en el que tengo mi refugio. Nosotros estamos ubicados cerca de Fibratolima quienes lanzaron un proyecto de vivienda donde empezarán a construir en el sector. –Señala Katherine mientras frunce el ceño en medio de su preocupación. –. No ha sido posible desalojar debido a que los perros necesitan un campo abierto, lejos de la zona urbana para que ellos puedan ladrar, llorar, jugar y el ruido no incomode a nadie. 

Katherine en este momento no recibe apoyo del Gobierno, ni de la alcaldía de Ibagué. El sostenimiento de su refugio es gracias a su lucha y al apoyo de cientos de personas que realizan donaciones, empresas privadas y distintas entidades que portan su granito de arena a esta causa. 

—Hay empresas como la burguesa hamburguesa quienes nos donan todos los huesos con pechuga y con estos preparamos caldos, otros donan concentrado, arroz, medicamentos o aportes económicos que nos han ayudado en este proceso.

Katherine se proyecta en un futuro con un lugar fijo para sus perros, donde podrá construir quirófanos, cuartos de cuarentena para los que estén enfermos, equipos veterinarios, contar con médicos veterinarios de planta, o estudiantes que quieran realizar su práctica profesional en su refugio. Un lugar que tenga las puertas abiertas para recibir a más perros abandonados: en Ibagué, no hay cifras concretas de abandono animal, debido a que nunca se ha hecho un censo pero las calles son un reflejo del abandono de las mascotas.

Katherine es un claro ejemplo del significado de perseverancia, de amor y respeto. Es una mujer que ha luchado contra todo pronóstico para salvar vidas animales, y enseña que cuando la recompensa no radica en lo material sino en el alma, se encuentra la verdadera felicidad. Si en el mundo hubiesen más super héroes como Kathy cuyo único poder es el amor, quizás hoy el mundo no agonizaría de indiferencia y dolor. 

Si usted quiere colaborar con el Campito de Kathy, comuníquese al teléfono 312 340 2592.

  • Por: Geraldi González, Estudiante de Comunicación Social – Periodismo de la Universidad del Tolima

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