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Una democracia apocalíptica

Una democracia apocalíptica

Ante la contundencia de los hechos, sería positivo que los innumerables creyentes en “las instituciones democrático-liberales” dejen de soñar, y que la estúpida idea de alcanzar un capitalismo amable o el ascenso gradual al socialismo (que realmente sirve es para encubrir el acomodamiento de socialdemócratas, oportunistas y logreros), finalmente se abandone.

Hemos llegado al reino pleno de la biopolítica moderna, a ese capitalismo hirsuto y degenerado que señala la decadencia de Occidente, esa patética mascarada que aun persiste en cubrirse con la palabra “democracia”, así ésta se haya convertido en un simple cascarón vacío...

Hoy contemplamos la más completa expresión de la decadencia, del fracaso de los tradicionales postulados democrático-liberales que, defendiendo a ultranza los supuestos nacionalismos, el patrioterismo, la propiedad privada, la llamada “libre empresa” y la economía de mercado, mientras decían sustentarse en la vigencia de una sociedad civil, ilustrada y participativa, con teorías y discursos incluyentes y hasta emancipatorios, como el de los derechos humanos universales e inalienables, fueron permitiendo los estragos de una incontrolada globalización depredadora.

En estos tiempos en que vemos la realización de las peores catástrofes anunciadas, tiempos en que los amenazantes terroríficos miedos de antaño, parecen ya cumplidos, bajo la dirección del capital; cuando la barbarie ecológica sistemáticamente ha deteriorado la vida y el planeta, cuando la miseria, las hambrunas y las apocalípticas pestes parecen consumadas, vemos, en conclusión, que hemos llegado al reino pleno de un fascismo democrático, al demofascismo que constituye la apoteosis contemplativa y criminal a la vez, del desespero, el desencanto y el cinismo. Fascismo de nuevo tipo que ya no reclama el entusiasmo ni la movilización total, que caracterizara a los fascismos anteriores. Ahora, masas de sujetos nominalmente “demócratas”, conviven extasiados dentro del pensamiento único, bajo convicciones de rebaño, movidos uniformemente por los medios de comunicación, con ausencia total de la crítica, de la oposición y de las diferencias.

Mas a pesar de todas las evidencias del fracaso, o quizás gracias a ellas, persisten los torpes defensores a ultranza del llamado “sistema democrático”. Incluso aquellos despistados o malintencionados de la llamada “izquierda”, que no cesan en la cantinela de que “la democracia es la menos mala de las formas de gobierno conocidas”, que insisten en darle validez y proyección a esta criminal mascarada, que ha hecho de nosotros unos obedientes y taimados borregos, ansiosos de seguir las instrucciones de unos patéticos “gobernantes” que, para darle continuidad a la pantomima del engaño hoy nos mantienen asustados, temerosos y recluidos, pero prestos a apoyarlos.

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