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Razones para el pesimismo

Razones para el pesimismo

A papá siempre lo ha desbordado la alegría de vivir y soñar. Es un optimista consumado y me ha criticado toda la vida mi inclinación a la nostalgia y al pesimismo. A veces, contesto con algunas frases hechas, que no soy pesimista sino que estoy bien informado y que sí, que los optimistas son importantísimos, que uno de ellos hasta inventó el avión pero que fue un pesimista el que inventó el paracaídas, que también ha salvado millones de vidas. 

A veces me pasa como en ese diálogo de La gran belleza, la película italiana ganadora del Óscar a mejor película extranjera en 2014: —¿Qué tenéis en contra de la nostalgia, eh? Es la única distracción posible para quien no cree en el futuro. Y no es que siempre sea pesimista. A veces dejo calar la esperanza, que tiene uso exclusivo para mis hijos, aunque me duela el mundo que les dejamos, el país que les estamos heredando. Si. Entiendo que es más fácil ser pesimista. Pero cómo no serlo en estos tiempos oscuros.

Los flamantes congresistas del Tolima se opusieron a la prohibición de la explotación minera en el Amazonas. En otras palabras, están de acuerdo con dicha explotación. Aquí no hay puntos medios. O estás de acuerdo con la minería en el más importante pulmón verde del planeta o no lo estás. Pueden dar todas las explicaciones y caer en el juego de la retórica para intentar convencernos a todos de que ellos querían ayudar a proteger al ambiente pero que los enemigos políticos (esa masa sin nombre que sirve para protegerse de todo mal), aprovecharon la situación para enlodar su buen nombre y su honorable accionar, pero lo único cierto fue que negaron la prohibición de la minería en la zona de mayor diversidad del mundo, responsable en buena parte de la estabilidad del clima global. Cómo ser optimista.

Pese a que la crisis social y humana ha sido protagonista de la historia de Colombia, la emergencia sanitaria ha hecho aún más visible esa crisis. Y cuando necesitábamos de nuestros líderes, de esos por quienes votamos para que nos representen y dirijan el barco a buen puerto, en el honorable congreso se dedicaron a discutir si el carriel era o no patrimonio nacional. Como si la identidad y la cultura se establecieran por decreto. El carriel identifica a los paisas, pero en Polombia donde todo tiene que ser ley y todo tiene que ser decreto, los congresistas se pasaron horas, pagados con nuestro dinero, discutiendo la importantísima y urgente ley. Y yo me pregunto, coño, en qué mundo viven. Otra ley para el recuerdo que se unirá a las decenas de leyes que no cambian nada, porque con ley o sin ley, los paisas seguirán haciendo y luciendo sus carrieles con orgullo, no se venderán más ni se exportarán más de los que hoy se venden y se exportan. 

En la actual emergencia, el aislamiento social obligatorio dizque servía para aplanar la curva, es decir, que no nos enfermemos al tiempo mientras el sistema de salud se preparaba para lo que viene. Y ¿cómo se prepararon? Se compraron menos de 2.000 camas UCI. La cuarentena significó llegar a una tasa de desempleo de 19.8%, y como advierte Fedesarrollo, al final del ejercicio podemos tener 2 millones de nuevos desempleados en el país, y billones de pesos en pérdidas. Y ¿2.000 camas UCI en todo el país? Coño, a cuánto nos salió cada cama. 

Y la cosa no para: el ejército que nos debe cuidar, se dedica a hostigar a quienes hablan en contra de estado. Dizque perfilamientos, dicen, en esa práctica tan colombiana de convertir en palabras bonitas los delitos, como sucedió con los falsos positivos, como llamamos elegantemente a los asesinatos que cometió el ejército. Y mientras nos ahogamos en problemas, mientras la gente sale a la calle, con más hambre que miedo, llegan los militares gringos. Qué alegría. Cómo ser optimista.

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