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¿Quién detrás del/la Juez? Ahí está el detalle

¿Quién detrás del/la Juez? Ahí está el detalle

Opinión

Por: Luis Orlando Ávila Hernández*

La Rama Judicial o alias el poder judicial, se le enseñaba por entonces a niñez hasta bien entrado el siglo XX, que fueron la única garantía del estado justo y equitativo, es decir el social y de derecho.

Sin embargo, en lo corrido de este siglo XXI, tanto los viejos como los Centennials, saben de sobra que tan solo es una patente de corso más para la lujuria y el desliz.

La lujuria y el desliz, por tanto, como banderas del crimen, en cualquiera de sus formas, se entienden como aquello donde lo mío está por encima de lo pretendido por los otros, sin importar su causa.  Obvio la de ellos, la de los otros.

Y es apenas dable que un poder judicial cimentado en la lujuria y en el desliz, solo es quintaesencia del poder subliminal al verdadero poder: el criminal.

En consecuencia la majestad de la justicia, además de retórica, es un oxímoron.

La luz que oscurece, para decir lo menos.

Dirán que es una afrenta a la afrenta judicial.  Que lo digan.  Que se digan.

En fin, lo de la rama judicial, en estos tiempos del estado de opinión, es decirse sin oírse.

De eso se trata.

Lo fútil como arma para expoliar, avasallar, ajustar ostensible al ajusticiar.

En esencia la lujuria, el desliz y la futilidad, son la rama judicial, por lo menos en este Tolima, ahínco, protervo, injusto.

¿O no?

Majos/as, incólumes/as, suficientes se les ve salir de lunes a viernes en las escalinatas del otrora digno Palacio de la 9ª con 2ª.

Dijo en “País Secreto” Juan Manuel Roca: “Con coronas de hielo bajo el sol, cruzan los reyes”.

Ah pero dirán, a su favor, la palabra oportuna, el articulo evidente, el código vigente.

Bien.

Pero toda la mayéutica, la teleología, la dialéctica, la hermenéutica, la prosopopeya, la sindéresis, la semántica o la sintaxis no les servirán de nada, si lo suyo es transar como cantinflesco, lo criminal.

Pues como dijeran en 1940 los sabios libretistas Humberto Gómez Landero y Juan Bustillo Oro, “Ahí está el detalle”.

A Cantinflas, Mario Fortino Alfonso Moreno Reyes, habiendo matado un perro, “Bobby”, se le acusa del asesinato del novio de su amada, “Bobby” apodado el “Fox terrier”.

Quid pro quo del magnífico director, no en el sentido de gringo capitalista de “algo por algo”, sino en su esencia latina de la confusión cómica entre un personaje y otro, o entre un objeto y otro.

Por ello en la memorable escena final del juicio, Juan Bustillo Oro se basó en un caso de la vida real, acontecido en 1925. Las alucinantes declaraciones del criminal Álvaro Chapa en un tribunal mexicano inspiraron la redacción de uno de los monólogos más famosos de la historia del cine mexicano.

En esencia Juan Bustillo Oro fue el mentor del Cantinflas que hoy conocemos.  Ni él se lo esperaba, en esa escena final icono de nuestro cine latinoamericano.

Así las cosas, en  medio de tanta lujuria, desliz y futilidad de los majos y tiesos jueces y juezas tolimense juzgando a los Cantinflas locales, ¿Quién nos libreteará al estilo de don Juan Bustillo Oro?

¿Quién nos aclarará el quid pro quo del máximo criminal antioqueño que con lujuria, desliz y futilidad desde su innombrable gobierno hizo de los, las y les jueces en el Tolima todes unos “Bobby” para la estruendosa risa de los que vendrán?   

¿Acaso el ex policía candidato, el bucólico exrector, el sobrino mentís del robo público, la premiadora de peluqueros, el verde MOIR de amigos de José Obdulio Gaviria, o la baraja de godos y liberales enclosetados?

Si algo se aprende de más 20 años subiendo y bajando el Palacio de la 9ª con 2ª es que la dignidad, como la grandilocuencia de Cantinflas en “Ahí está el detalle”, está en un buen libreto.

Lástima que el libreto de lo judicial en Ibagué y el Tolima, aun lo redacta un majadero antioqueño que ni siquiera humor tiene.   

* Ingeniero agrónomo, propietario de la ex Tienda Cultural La Guacharaca.

 

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