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La grandeza de hacer política

La grandeza de hacer política

La aparición de un anónimo contra el jefe y allegados de un sector del partido conservador del Tolima, nos da tema para reflexionar, más que para amplificar la forma cobarde, sucia y rastrera de hacer política no solo en este departamento, también en el país y en diversas partes del mundo. 

Ampararse en las sombras y la oscuridad para atacar al adversario con acusaciones y sindicaciones que incluyen hasta la vida privada de las personas, es muestra de bajeza y degradación política, así tenga o no razón quien las profiera.

 Se debe tener valor para enfrentar las situaciones y no lanzar misiles a hurtadillas.

Las denuncias que se hagan por presuntos actos de corrupción, deben llevar los soportes que las sustenten y dar la cara ante las respectivas autoridades, salvo en hechos graves donde corra riesgos el denunciante, y que por obvias razones tenga que proteger su integridad; pero en casos como el que nos ocupa, que tiene cierto sabor a celestinaje, no pasan de actos panfletarios que buscan a determinadas personas y, por ende, pierden seriedad y validez.  

El ejercicio de una profesión conlleva cierto grado de nobleza. La política aunque desde su génesis de romanos y griegos ha estado manchada de las más criminales formas, es una actividad inminentemente ideológica y filosófica, parámetros bajo los cuales ha girado la historia y el desarrollo de la humanidad en todos sus órdenes. 

Sin embargo, el drama de la política, es precisamente que la nobleza y la generosidad, rara vez se nota y casi  nunca se palpa con relación al quehacer de otras actividades o profesiones.

Infortunadamente, las malas acciones de ciertos políticos está fijada en la opinión pública que tiene muy clara la traducción de estos actos tanto de la antigüedad como de la época  contemporánea, creando una maldición innegable del ejercicio político de las personas que se atreven a realizar esta actividad.

 El  que ingresa a la política debe de estar  consciente  de antemano que, sea como sea, va a recibir insultos, ultrajes, agravios y maltratos, que en la mayoría de la ocasiones,  su familia también saldrá afectada. Este aspecto en una democracia verdadera no se debería presentar, pero infortunadamente vivimos en un Estado, donde el fraude casi es regla común en las elecciones y donde las palabras tienen más veneno que el cianuro.

Estamos en una democracia imperfecta, aquí el chisme, la conseja , la lisonja y el gracejo,  tiene más valor que los más sólidos argumentos.
 
Por eso, hay que comprender la arquitectura del juego político para hacerse una idea exacta de sus objetivos, y recrearla como un trabajo de ideas, opiniones, debates, análisis, proyectos, propuestas, en fin, como debe ser, una escuela del pensamiento y la práctica, que busca el bienestar colectivo e individual de los ciudadanos.

Empero, sin dejar de lado que el mejor de los actos, la mejor decisión posible experimenta en la función política, inevitablemente trae consecuencias: algún deslucimiento, una desilusión, algún cuestionamiento vehemente a menudo insultante y perverso; teniendo en cuenta que aún siendo minoritario, basta para poner en entredicho la imagen del político.

Quienes entran al arte de la política saben que el poder es el trofeo que buscan, y para lograrlo emplean todas sus tácticas y estrategias, en un variado escenario donde se presentan todas las posibilidades, donde la lógica y el azar son protagonistas, se confunden entre sí, y de esta mezcla puede salir cualquier cosa. De ahí que la política sea dinámica, cambiable, mutable, un juego en el cual puede pasar de todo. 

No olvidemos que Maquiavelo y Fouché son maestros en los malabares políticos, y sus enseñanzas son atendidas de practicadas por sus discípulos de todo el mundo.    
Y aunque la política ha tenido hombres oscuros y siniestros, también los ha tenido probos e inteligentes, líderes capaces de salvar a sus pueblos y la humanidad. 

En resumen, buscamos que la grandeza de la política empiece por el mejoramiento de la democracia, empezando por el debate civilizado de las ideas y de opiniones, donde construyamos proyectos comunes desde la diferencia, donde no se asesine al que piensa diferente al otro, donde no se compre el voto, ni la Registraduría sea la que elija. Mucho menos que los chismes y los anónimos sean las armas para combatir al adversario.     
 
Cuando hay políticos con grandeza, visión estratégica, serenidad y honestidad intelectual, la Política (así en mayúscula), se convierte en historia, y sus protagonistas en hombres que forjaron el destino de una nación o ciudad, que  desde sus diferencias, vivirán eternamente en lo memoria de los pueblos.

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