Opinión

Galiá: Pintor universal

Galiá: Pintor universal

Por Alberto Santofimio Botero


En las alturas de Alcanar, en la montaña y mirando alternativamente el mar infinito y el imponente Montsiá, en la provincia de Tarragona en España, vive entregado por entero a la pintura el maestro Narcís Galiá, en una etapa excepcional de su actividad plástica.

Exhibe ahora la exigente sabiduría de un alumbramiento artístico elaborado, brillante y paciente. De su mano va surgiendo prodigiosamente cada cuadro, con las especiales características de un estilo, madurado en incontables vigilias de creación solitaria y también de cátedra magistral en más de 20 años de profesorado en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona. A su admirable condición de maestro de la pintura Galiá aúna su personalidad cálida, entusiasta, tierna y un alto y noble sentido de la verdadera amistad.

El impacto inicial de su pintura lo produce el predominio del color que apasionadamente domina y deslumbra a quien se detiene a observarla. Es una gama romántica variada, compleja, sutil y original, llena de tonos y combinaciones exóticas que convocan al éxtasis. De sus casos iniciales en 1950 con bellísimas figuras humanas tomo Migdiada o la Cúcala, Narcís Galiá avanza poniendo sus ojos escrutadores y su afortunado pincel en el descubrimiento cotidiano de novedosas e iluminadas versiones del paisaje de su provincia, la tierra de sus raíces cada vez más perfecta y refinada, los mejores esfuerzos, entusiasmos y logró de su ya monumental carrera de cerca de 50 años.

Entre el bullicio innovador de la infaltable aventura en París y las soledades ha discurrido su hermoso trajín de oficiante. En su caso, se evidencia que puede más el genio del pintor autentico que cualquier influencia de tendencias en su formación.

Es un realismo sobrecogedor el que caracteriza sus obras, en las cuales el portentoso imperio del color sacrifica, sin embargo la calidad y el excelso preciosismo de la forma. Todo en Galiá es un triunfo del talento producir la mejor pintura cada día.

Son los bellísimos entornos de Barcelona. Las calles, los edificios, los jardines y las montañas hacia arriba mirando a Dios como besando al cielo. Y, siempre con el estilo sentido peculiar de ese color atrayente e infinito matizando, en una escala tan variada como sorprendente las embarcaciones de los pescadores, las orillas del majestuoso Mediterráneo convertidas en blanco golpeando las piedras, alejándose en planos del imponente azul del mar y contrastando bellamente con el verde intenso de la vegetación y los rojos, amarrillos, carmelitas y naranjos encendidos del paisaje incomparable armonía con los sorprendentes derroches de luz.


Como lo anota certeramente el crítico Ángel Marsá, en la pintura de Narcis Galiá se mantiene pura y fructuosa la equidistancia entre el color - forma- sentimiento, ordenación rigurosa de correspondencias y correlacione plásticas». Así se observa gráficamente en sus cuadros sobre los singulares asentamientos de las casas en Alcanar, los abrigos de Tenerife, los parajes de Mallorrt de Cadaques, las visiones de Notredame, el SacreCrJ) el Sena en el luminoso París. 
Lo mismo en el formidable y revelador retrato del puerto de Péñiscola, y en el multiple secreto de sus versiones íntimas de la costa de Vinares y de San Carlos de la Rápida. En fin, la colorida, expresiva, sentida y singular panorámica de esa zona incomparablemente bella del Mediterráneo.
 A la pintura de Galiá, como a la aventura de Ulises, no se la puede concebir sino con la presencia atrevida de ese mar misterioso y eterno que es el Mediterráneo. Pero, como lo presagió Hornero de su héroe la obra de Galiá, sobre las olas del mar inquieto, ya logró tener de cerca, la tierra prometida del reconocimiento general a su inmenso valor y a su profunda calidad artística. 
Anclados su corazón, su espíritu y su vida en la Tancada, en Alcanar, en su amada provincia de Tarragona, llevándole todas las tardes a los niños de la escuela pública su conmovedora y espontánea enseñanza del dibujo; en la plenitud de su creación plástica, y en la merecida y definitiva consagración de su obra, el maestro Narcis Galiá demuestra que es, válidamente un significativo pintor universal. 
Y sueña, al lado de Mapy Gutiérrez, artista también y su excepcional compañera, como en el texto de Shakespeare, « enseñándole al arte lo que fue la belleza». 

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