Opinión

El Amor, el Valor por excelencia

El Amor, el Valor por excelencia

Desde tiempos remotos, los grandes pensadores de todos los sitios del planeta nos han instado, enseñado y mostrado los beneficios del conocimiento y la práctica de esta sublime virtud: El Amor.

Efectivamente, el Amor es aquello que une a las personas tras un bien común, el Amor reconcilia a quienes están disgustados, el Amor energiza las almas abatidas, el Amor empodera a los temerosos, el Amor fortalece en situaciones aflictivas y tristes, el Amor otorga nuevos bríos a los agotados y desalentados, el Amor vigoriza a los derrotados, el Amor otorga vitalidad y acrecienta la autoestima. En fin, el Amor ilumina, al punto que entrega herramientas anímicas y mentales que permiten abrir puertas cerradas y construir senderos en terrenos inhóspitos.

Ciertamente, el valor del Amor constituye la más poderosa y creativa de las operaciones humanas; de hecho, el pensador indio Judish Krishnamurti lo concibe como “la máxima expresión de la inteligencia”. Por su parte, el físico alemán Albert Einstein considera al Amor junto a la voluntad como “las más grandes y poderosas fuentes de energía”.

Los ejemplos de pensadores que enaltecen esta virtud esencial son múltiples y – como acabamos de expresarlo - los encontramos en toda época y lugar, en ámbitos como el arte, la ciencia y la filosofía.

Las religiones también nos hablan y participan de La facultades y beneficios del Amor, de ellos nos dan cuenta precursores y líderes como Jesús (cristianismo), Moisés (judaísmo), Mahoma (islamismo), Zoroastro (zoroastrismo), Gotama Buda (budismo), Lao Tzu (taoísmo), entre otros.

La interrogante crucial, entonces, emana casi espontáneamente: ¿Por qué este excelso valor propuesto por grandes pensadores de todos los tiempos, al cual han adherido millones de personas, no ha predominado – hasta ahora – en la sociedad humana en su conjunto?

Por cierto, las respuestas son variadas y abarcan la totalidad de las manifestaciones humanas. Todas ellas ameritan ser reconocidas y examinadas, desde la opinión del hombre cotidiano hasta la expuesta por los más relevantes de los científicos y filósofos. Nadie esta excluido de expresar su opinión, todos tenemos algo que decir al respecto.

Por lo pronto, en lo personal, me aventuro a señalar – en estas escuetas líneas - mi parecer, no con el ánimo de dirigir ni influenciar a los lectores, sino como motivación a buscar nuevas y mejores respuestas a la siempre alicaída y tambaleante condición humana.

La humanidad – desde su origen hasta nuestros días - ha sido escenario y objeto de problemas y dificultades, con distintos grados de angustia y desolación: guerras, enfermedades, cataclismos, pobreza, hambre, injusticias de todo tipo, desocupación, opresión, polución y contaminación creciente, crímenes individuales y colectivos, persecuciones por creencias o ideologías, sometimiento a poderes políticos y religiosos, crueldad, destrucción del medio ambiente, salarios insuficientes, manipulación de las conciencias y adicciones, comportamientos egoístas, dogmáticos y sectarios. La lista es larga, como todos sabemos.

En efecto, de uno u otro modo, los seres humanos hemos vivido situaciones de sometimiento, alienación, escapismo, dependencia y esclavitud, tanto concreta como disfrazada.

La historia de la humanidad no ha sido, en ningún caso, paradisíaca.   El Amor y los valores inherentes al mismo han tenido, por cierto, su expresión en todos los periodos históricos y en todas las relaciones sociales. Sin embargo, no ha sido la Virtud substancial predominante en la existencia genérica de las personas, como tampoco durante su quehacer diario.

Ahora bien, la aplicación del Amor, conlleva y trae consigo diversas concepciones y acciones valóricas - tanto éticas como estéticas - como la justicia, la solidaridad, la libertad, la unidad, la belleza, la sabiduría y la paz. Imagina - como diría Platón - el enorme bienestar que todo ello produciría al ser humano en su conjunto, tal vez sería posible construir el mundo soñado y anhelado por todos aquellos pensadores ancestrales.

Pues bien, el Amor no es una simple utopía, no es un deseo inalcanzable ni lejano para ningún ser humano. Todos estamos capacitados para descubrirlo en nosotros mismos, así como para proyectarlo hacia nuestro entorno social y natural.

A mi juicio, la Nueva Educación debe sustentarse, desarrollarse y perfeccionarse en este sublime valor, única manera de activarse en la conquista del mundo verdadero, al cual todos tendremos acceso cuando seamos seres auténticos e íntegros.

La humanidad reclama de todos nosotros, la urgente necesidad de construir una sociedad consciente, justa y generosa. Los recursos para ello están dentro de cada uno de nosotros. Es hora de descubrirlos, fortalecerlos y practicarlos en todo momento y circunstancia. ¡El poder del Amor y sus efectos golpea las puertas del presente!


“El Amor es la bendita locura”. Pablo de Tarso

“En el Amor siempre hay algo de locura, pero también en la locura siempre hay algo de razón”. F. Nietzsche

“Todo lo que el mundo necesita es Amor”. John Lennon.


*          Docencia e investigación en filosofía
Universidad de Chile         

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