Opinión

Consejo de Juventudes, ¿de las calles a las urnas?

Consejo de Juventudes, ¿de las calles a las urnas?

Por Manuel Alejandro Gallo Buriticá


El pasado 5 de diciembre se llevaron a cabo las elecciones de los Consejos Municipales de Juventudes. En el proceso electoral pudieron participar jóvenes entre los 14 y 28 años. Estos Consejos se concibieron como mecanismos de concertación, vigilancia y de interlocución de los jóvenes ante la institucionalidad.

No deja de extrañar el alto índice de abstención y votos nulos que se presentaron a nivel nacional  y de manera más concreta en la ciudad de Ibagué. A nivel nacional se presentó un abstencionismo de alrededor del 90% y el 22% de los votos fueron declarados nulos. En la ciudad de Ibagué el porcentaje de abstención fue del 92%.

Las anteriores cifras han llevado a que se critique la postura de los jóvenes, quienes fueron protagonistas en las últimas protestas sociales, pero  que no presentaron el mismo entusiasmo a este proceso electoral, el primero en su tipo en nuestro país.  Así mismo, surgieron dudas sobre la incidencia que  pueda tener su voto en las elecciones del año próximo ante el bajo nivel de participación.

La mejor respuesta ante las cifras expuestas no es atacar a los jóvenes atribuyéndoles total responsabilidad y de paso restarles importancia  en las elecciones que se avecinan. Debe iniciarse por reconocer fallas logísticas y educativas entorno al significado de la elección de los representantes a los Consejos municipales, distritales y locales de juventudes, las funciones concretas que estos asumirían  y su  peso real  al interior de las corporaciones.

En el mismo sentido existió, hasta cierto punto,  desinformación en el manejo de los tarjetones. Las curules se distribuyen  mediante el sistema de cifra repartidora entre postulados de: i) listas independientes, ii) proceros y prácticas organizativas y iii)  partidos y movimientos políticos. Esta división en tres sectores generó confusión y llevó a algunos a votar en cada uno de los mencionados sectores. Aunque en el mismo tarjetón se hacia la advertencia, es evidente que faltó más pedagogía, teniendo en cuenta que para muchos de los sufragantes era su primera experiencia electoral. 

En segundo término, no existe una relación de dependencia entre ser partícipe de marchas sociales afines con las convicciones individuales y tener un deber moral  mayor de ejercer el derecho al voto en todo tipo de elecciones. La frase “de las calles a las urnas” tiene sentido solo si el proceso electoral se considera trascendente para el cambio que se busca con la protesta social.  De allí que no se pueda tomar como referencia para las elecciones del próximo año este índice de participación.

 Los jóvenes aún quieren y necesitan ser escuchados, puede que no necesariamente a través de sistemas tradicionales, o en todo tipo de elecciones. Si reducimos la democracia al voto, no hay democracia, por lo que se debe seguir fortaleciendo y ampliando los mecanismos de participación con publicidad y pedagogía adecuada.  Solo de esta manera pasaremos de una democracia representativa a una verdadera democracia participativa.

*Profesor Universitario

Universidad de Ibagué

Facultad de Derecho-Ciencia Política

 

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