Opinión

Cinco segundos sin humillarte

Cinco segundos sin humillarte

De entrada, que medios nacionales e internacionales se refieran a Duque como un títere de Álvaro Uribe es humillante. Sin embargo, desde el principio él se sintió dichoso con su rol de mandadero del innombrable. Recordemos la vergüenza ajena que sentimos al verlo llevarle saludos de Uribe al rey de España.

Duque salta sin sonrojarse de ridículo en ridículo. Desde anunciar que la entrega de ayuda humanitaria en la frontera con Venezuela era equivalente a la caída del Muro de Berlín, hasta lapsus lingüísticos de la talla del “así lo querí” o la Colombia con P mayúscula. Parece que no tuviera autoestima ni dignidad, lo que debe ser requisito indispensable para ejercer como marioneta.

La habilidad de Iván Duque para humillarse solo, como en Los Simpsons, trasciende fronteras. No sólo ha hecho el ridículo en la ONU con fotos falsas contra Venezuela, sino que, tras las masacres de su gobierno contra líderes sociales, firmantes de la paz y estudiantes, es abucheado en todos los países que visita, y hasta tuvo que cancelar la presentación de su supuesto libro en la Feria del Libro de Madrid por las manifestaciones en su contra. Para rematar la vergüenza, el títere fue, una vez más, en gira oficial a Estados Unidos donde, una vez más, el presidente Joe Biden no lo recibió.

Pero pedir dignidad a un tipo que hizo campaña jugando cabecitas y cediéndole la tarima a un genocida es soñar. Es más edificante reírse de su estolidez frente al vecino que votó por él para no “bolbernos benesuela” y esperar que en algún discurso su porcina panza reviente la pretina del pantalón y revele unos calzones de lunares rojos.

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