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Yo no olvido el año viejo

Yo no olvido el año viejo

Muchas son las tradiciones que tenemos los colombianos para el 31 de diciembre y que permiten ser reproducidas y fortalecidas año tras año. El baño con las hierbas amargas y luego las dulces; el encender velas por cada integrante de la familia; el rocío con champagne, en especial por los rincones de los hogares, y por supuesto las 12 uvas a las 12 de la noche que se consumen luego de escuchar en la radio canciones tan famosas como “faltan cinco para las 12”, “el ausente” y “feliz año”, por nombrar algunas.  

Ahora el año viejo que se quema se coinvirtió en una pequeña caja donde de manera innovadora, ecologógica y sin peligro, se piden los deseos del año 2020 y se quema de tal manera que solo quedan pequeñas cenizas, faciles de recoger. Y luego las uvas. 

No es para menos, católicos, cristianos, agnósticos celebran en el mundo esta fiesta, que para algunos, en especial a quienes no les alcanzaron a cancelar algún trabajo creen que se acabo el mundo. La cena esta servida en la mayoría de las mesas, todos se abrazan, se dan besos, lloran por quienes se fueron y por los retos a cumplir en el nuevo año, porque siempre el venidero será mejor que el anterior.

En algunas familias este día es triste, muchos de sus integrantes inician a “beber” desde tempranas horas, así como lo hicieron sus padres, sus abuelos y bisabuelos. Olvidan que sus hijos empiezan a grabar en su memoria esos instantes para luego repetirlos en edad adulta.

Otros, más valientes, prenden los años viejos, esos que ya el nuevo Código de Policía prohíbe por alterar el orden público. Aunque ya no se ven los famosos retenes sociales que hacían los jóvenes por las cuadras de la ciudad o por las principales vías donde colocaban el lazo pidiendo plata para rellenar el mismo con mucha pólvora, esa que deja cicatrices para la vida en quien prende cualquier tipo de tote.

Los globos, los famosos globos que se encendían a las 11.30 de la noche ya no se venden. Los espejos, los famosos espejos baja globos menos. Ya nadie cree como le pasó a nuestra generación que guiando la luz tenue que se veía en la oscura noche permitía dirigir el globo, ese que tenía como finalidad bajarlo para volverlo a prender y elevar, esperando que otro ingenuo tuviera un espejo en otro lugar cercano al nuestro que hiciera la misma proeza.

Luego de las 12 de la noche, ya en ese primero de enero, se espera que el primero toque la puerta sea un hombre, dicen que trae “suerte”. Y se prende la fiesta. Se baila con las tías, con la mamá, con la abuela. Se hacen círculos celebrando que se está en familia. Hasta que llega el alba y algunos ya rendidos para la faena, para esperar unas horas a comer el mejor calentado del mundo, en el día del calentado. Y que siga la fiesta.

Al final, el 2 de enero, el ausentismo laboral es grande. Muchos aducen indigestión, intoxicación. Pero todos sabemos que se trata de desenguayabe, que se produce no solo por lo comido y bebido los días anteriores, sino por el alza en la gasolina, las pensiones, los alimentos y por supuesto el bajo incremento en el salario. Feliz año.

Por Óscar Viña Pardo

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